Perú está registrando una alta en despidos y renuncias debido a que los fans del conejo malo, están yendo desde excusas inventadas para saltarse el trabajo y hacer fila por boletos, hasta autolesiones, funerales ficticios y simples abandonos de puestos de trabajo para ir a su concierto.

Infobae, medio peruano que ha dado seguimiento al fenómeno, dice que a dos semanas del show de Bad Bunny en el Estadio Nacional, la gente ha perdido la cabeza por completo y está comenzando a tomar decisiones muy “preocupantes”:

Las fans, quienes parecen no sentir interés alguno en los aspectos importantes de sus vidas personales, presumen orgullosas el dormir en carpas y estarse en la banqueta durante días enteros con tal de poder hacerse de unos boletos.

Dariness, una joven quien le dijo a sus papás que se fue de vacaciones, incluso se provocó una lesión fuerte para justificar su ausencia en el trabajo:

“Les dije [a mis papás] que me fui de vacaciones. Me autolesioné para tener descanso médico y acampar. Jefa, si ve esto, por favor, perdóneme. De verdad me lesioné, pero me quité el yeso para poder acampar”, dijo entre risas.

Y como si eso fuera poco, la fiebre peruana por los conciertos masivos no ha terminado, ya que incluso Dariness regresará a la fila para enlistarse al concierto de Harry Styles el próximo 29 de noviembre.

¿Loco, no? Pero Perú es ferviente amante de los conciertos y tal parece nada los detendrá.

En otras noticias, Ver a Bad Bunny en vivo en 2018 costaba solo $25 pesos. ¿Hoy? en el Estadio Azteca se revenden en $500 mil pesos.