Las películas de Lars von Trier son algunas de las más extrañas de las últimas dos décadas, basta con ver Antichrist o Epidemic para darnos cuenta de que es uno de los directores más innovadores y perturbadores del cine actual.
Para llegar a este punto tuvo que pasar por la Escuela Nacional de Cinematografía de Dinamarca, pero más que eso, tener un amor claro y innato por el cine. Desde niño, Lars mostró interés en el arte y en 1967 creó su primer filme: Turen til Squashland (que se traduce al español como El viaje a la Tierra Squash).
Al principio del post les compartimos este corto de stop motion, mismo que el cineasta danés grabó con una cámara Super 8 que le regalaron a los 11 años. Es impresionante pensar que un niño pudiera hacer algo tan ominosamente alegre y (al mismo tiempo) perturbador.
La infancia de Von Trier no fue la más normal, sus padres eran nudistas, no creían en los castigos o la educación estricta, y además su madre le confesó en su lecho de muerte que él era producto de una aventura amorosa fuera del matrimonio. Con estos antecedentes, ¿cómo no dirigir películas como Nymphomaniac?
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