Pocas experiencias se comparan con la montaña rusa de emociones que es un concierto. Y es que es cierto, la música en vivo es un vaivén emocional por el cual uno puede desarrollar una adicción tremenda. Aquí te explicamos por qué no podemos vivir sin la experiencia de un concierto, de lo contrario, nos pudrimos como un cuerpo sin vida. ¿Compartes nuestra misma opinión?
Artistas mexicanos que están cambiando la historia de la música
Anticipación. Por fin llegas brincando de alegría al foro, hace meses que compraste tu boleto, y ya incluso habías creído que este día nunca llegaría. Estás E-MO-CIO-NA-DO. Hasta te emocionas cuando te tocan los de seguridad, mismos que te miran todos sacado de onda.
Aburrimiento. -¿Cuántas horas más va a tocar la banda telorena? -Relájate, llevan como quince minutos. -No. Llevan HORAS. ¡HORAS!
Impaciencia. ¿Te cae? Ya van DOS veces que el roadie prueba el bajo. ¡DOS! ¿Cuántas veces lo tiene que checar? Ya son tres minutos después de las nueve. ¿Por qué no salen? ¿Por qué nos hacen esto? ¿QUÉ LE PASA AL MUNDO?
Euforia. Y de repende… ¡PUM! Que se apagan todas las luces, la gente grita descontralada, y se empieza a escuchar el intro. Los conciertos que tienen algún intro son los mejores, ya que son los que prenden más al público, y cuando la banda por fin toma el escenario y empiezan a sonar las primeras notas, la cabeza de uno que otro fan EXPLOTA.
Conmoción. La música, la música es hermosa. La noche, la noche es perfecta. Es el mejor día de tu vida y nunca habías escuchado acordes más sublimes. Los amas, los amas a todos. ¡Wiiii!
Furia. Que se para un tipo alto delante de ti, que el de las chelas no deja de gritar ¡CHELAS!, que se mete gente que llegó después que tú, que el audio del foro está todo atascado, que las chavas de atrás no dejan de platicar sobre su vida, que tu pareja ya se quiere ir, que el de a lado no deja de tomar fotos con su cámara y darte de codazos, que el–¡YA DEJEN DISFRUTAR EL CONCIERTO BOLA DE INGRATOS!
Angustia. Ya pasó una hora, ¡una hora quince! y todavía no tocan tu canción favorita de todos los tiempos. Te juras a ti mismo que vas a exigir un reembolso si no tocan esa canción que llevas esperando AÑOS en escuchar en vivo. Te muerdes la uñas.
Alegría. ¡Lo hicieron! Por fin tocaron tu canción favorita. No puedes esperar a llegar a tu casa y decir “Ya puedo morir contento”, aunque en realidad todos sabemos que no quieres morir en ese momento. Aun hay más conciertos a los que quieres ir, a nadie engañas.
Catarsis. El concierto fue todo lo que esperabas y más. Tantas emociones y el derroche de energía te dejan exhausto, como si acabaras de tener sexo por hora y media. Pero ya, estás satisfecho.
Depresión. Cuando estás en el metro de regreso a tu casa y te das cuenta que mañana es jueves. Así es, no solo tienes que ir a trabajar, sino también vas a desvelarte. No hay peor bajón en el mundo.