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En el momento en el que escuché las palabras salir de mi boca sabía que ya no las podría recuperar. “Creo que me gustas” fue todo lo que dije y sabía que eso iba a cambiar nuestra relación para siempre. Esto es lo que pasó el día que le declaré mi amor a mi mejor amigo:

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Así fue el día que le declaré mi amor a mi mejor amigo:

Todo empezó hace algunos meses. Después de años de amistad, de pronto me di cuenta de que algo había cambiado y no sabía qué era ni por qué. Lo único que tenía claro era que ya no lo veía de la misma manera y que (por más que lo intentara) mis sentimientos por él eran más profundos que simple amistad.

¿Cómo me di cuenta?

Cuando él sonreía, yo me sonrojaba. Pasar tiempo con él se volvía una de las cosas más emocionantes de mi semana. Íbamos al cine y tenía un extraño impulso de agarrarle la mano, plantarle un beso, simplemente estar más cerca de él… En mis ojos, ya no era sólo el niño que conocí hace varios años, sino el hombre que poco a poco se iba convirtiendo en la persona de mis sueños. Estaba en problemas.

Intenté negarlo… Pero no funcionó.

“Es sólo una etapa,” me decía a mi misma, “va a pasar.” Sin embargo no fue así. Por más que intentara voltear la cara y pretender que él no me importaba más de lo debido, mis sentimientos eran demasiado fuertes para ocultarlo. Cada que hablaba con él, sentía las mariposas en el estómago y estaba demasiado nerviosa. Sentía la sangre subir a mi cabeza y mis cachetes ponerse rojos. ¡¿Por qué?! Antes todo era tan normal… ¿Por qué tenía que enamorarme de él?

Alguien se dio cuenta.

Lo inevitable pasó y fue mi mejor amiga la que me preguntó primero. Me pidió que me dejará de hacer tonta y que estaba siendo más que obvia. Lo negué todo claro, pero por dentro el estómago se me hizo un nudo gigante. Si ella se había dado cuenta, ¿quién más sabía? ¿Así de obvia estaba siendo? Y peor aún, ¿será que él ya sepa lo que siento por él?

Y luego llegó ella…

En medio de mi confusión, apareció ELLA. La innombrable persona que llegó a robar su atención e interés. Los celos surgieron inmediatamente y una voz dentro de mí me aseguraba que, de haber tenido los pantalones para confesárselo, esa podría haber sido yo. Verlos agarrados de la mano me enfurecía y la manera en que lo hacía reír traía lágrimas a mis ojos. No podía más.

No pude contenerlo y le dije la verdad.

Fue un impulso y no estaba planeado, pero simplemente pasó. Después de meses de tenerlo dentro y la reciente aparición de este nuevo personaje, mis emociones estaban a flor de piel y fue un día que estábamos sentados en mi casa cuando se lo confesé. “Creo que me gustas,” fue todo lo que dije. Su cara se volvió una mezcla entre shock y vergüenza. ¿Qué había hecho? ¿Lo había arruinado todo?

Y después…

Me abrazó fuertemente por minutos que parecieron horas y cuando me soltó, me vio como nunca me había visto. “Te quiero mucho,” me dijo. No pude resistir y le di un beso, el mejor beso de mi vida. Lo siguió y cuando al fin nos separamos, me abrazó de nuevo y me sonrió. Tenía que pensar y yo lo entendía. Se fue y mi estómago era una mezcla de emociones incontrolable, ¿podía ser? Tal vez mañana me diga que me quiere y me bese con la misma intensidad; tal vez sólo quiera ser mi amigo… No se qué vaya a pasar. Aún así, algo es cierto: le declaré mi amor a mi mejor amigo y no me arrepiento de nada, al menos así se que fui valiente y no me quedé con el “qué tal si…”.