Baxter, periodista en México y fanático de hueso colorado de Metallica, se encuentra en un viaje a la Antártida para ver a la banda en un concierto único en uno los lugares más recónditos de la Tierra. Su viaje implica pasar por diversas regiones y un largo trayecto en barco rodeado de fanáticos de la banda de todo el mundo.

A lo largo de la semana publicaremos crónicas de su viaje a la Antártida, aquí pueden ver la primera parte, aquí la segunda, aquí la tercera, aquí la cuarta, y a continuación la quinta:

Foto tomada del Twitter de @metallikarla.

Foto tomada del Twitter de @metallikarla.

La pequeña bahía en donde se encuentra anclado Ortelius no deja de sorprender a sus visitantes. Si bien, la vista es esencialmente la misma desde hace dos días, cambia dramáticamente su aspecto casi en cada hora. De pronto aparecen vientos polares, capaces de mantener constantes los cientos de metros de nieve en las montañas. Hay veces en las que el sol, que viaja de forma casi horizontal, ofrece tonalidades turquesa, rosadas, naranjas, difíciles de captar en una fotografía, imposibles de describir con palabras. El barco gira lentamente, ofrece paneos espectaculares a los fotógrafos. Hielo, piedras, la base científica, glaciares, témpanos a la mitad del mar, ballenas, más hielo y la base científica de nuevo. Ortelius se ha convertido en una suerte de hotel giratorio en uno de los rincones más inhóspitos del planeta. A lo lejos, se observa actividad constante. El equipo de producción trabaja jornadas de más de diez horas en el helipuerto de Carlini. Monta domos transparentes, que resguardan al equipo, las cámaras fotográficas y demás fierros que materializarán el concierto de Metallica en la Antártida.

Mientras tanto, el resto de la tripulación vive una serie de actividades emocionantes. Actividades de descubrimiento y asombro. La primera se trató de una expedición en forma a la base Carlini. Situada en la isla King George, el asentamiento científico se dedica a la investigación de temas como el calentamiento global, el comportamiento de la escasa flora y fauna de la región. Se pueden ver un par de pingüinos distraídos en la costa, pequeños lugares de descanso de elefantes marinos y una variedad interesante de aves, entre las que se encuentran las escúas: los ladrones de huevos de los pingüinos. La caminata es larga, y el personal de la Dirección Nacional Antártica de la Argentina (DNA) explica con lujo de detalle las actividades que realizan sus investigadores en ese rincón del planeta. Los paisajes piden a gritos ser fotografiados: Antártida es una región dada por sentado, y al mismo tiempo, única y excepcional en su labor por mantener la temperatura del planeta.

Al regreso, los fans son recibidos por una sorpresa. Conocerán a su banda favorita en el bar de la embarcación. El ansiado meet and greet. Corren a sus habitaciones por playeras, guitarras y demás fetiches que serán autografiados. Las ganadoras se maquillan. Ha llegado el gran momento: conocer a los autores de las canciones que le dieron sentido a sus vidas. La banda sube, de la cubierta 5 a la 6. La prensa debe esperar en la 3. Esto es para fans, para los ganadores del concurso que los llevó hasta el fin del mundo. James, Lars, Kirk y Robert se toman su tiempo con cada uno. Escuchan. Se toman fotos uno por uno con los integrantes. Firman, bromean, escuchan con atención las muestras de agradecimiento de sus fans. Están trabajando, y lo hacen de forma profesional. Después de un tiempo (que para los fans nunca será suficiente), los organizadores llaman a la prensa: los enemigos.

Fuimos advertidos. No podemos hablar. No podemos tomar video: únicamente fotografías. Subimos al piso 6. Salen los fans, entran los medios. La banda ocupa cuatro banquitos en la barra. La muralla de cámaras fotográficas se instala a unos cuatro metros de ellos. Durante treinta segundos se vive un silencio incómodo. La soltura y naturalidad que se respiraba hace unos minutos entre Metallica y sus fans se convierte en una guerra. Lars rompe el hielo: “¿Nadie va a hablar?”. Un reportero contesta: “Nos pidieron que no lo hiciéramos”. El tour manager intercede. Tienen 35 segundos para tomar video. Y comienzan las preguntas. Desde la más boba. “¿Qué sienten de estar en la Antártida?” Hasta cuestionamientos sobre el nuevo disco. La banda, profesional, reacciona de forma habitual: con un sarcasmo afilado, rebelde, inspirador para el adolescente que mirará la nota y dirá “Quiero ser como ellos”.

Kirk Hammett es el elegido para enfrentar unos minutos después a los medios. Uno por uno. Responde las mismas preguntas, con una sonrisa, una por una. Entre entrevistas se borra el gesto amable y mira por la ventana, hipnotizado por la vista. Contesta mis preguntas con palabras ordenadas y estudiadas, el resto de las palabras las dice mientras mueve las manos: es su medio de expresión. El resto de sus compañeros se embarcaron en una expedición por la zona. Esta va sin la DNA, es sólo en lancha. Al mismo tiempo, los fanáticos son llevados a otra zona, en búsqueda de ballenas y pingüinos. El ambiente es inigualable, el sol sonríe sobre la bahía de la pequeña isla al norte de la Antártida. El equipo de producción del concierto trabaja jornadas de 14 horas, en temperaturas bajo cero.

Mañana es el concierto de Metallica en la Antártida, y la zona ha recibido con los brazos abiertos al evento. Al menos, eso parece desde este barco a la mitad de la bahía.