Perderse por completo en una persona cuando se tiene una relación es de lo más normal, sin embargo, eso no quiere decir que está bien. Esta es la historia de cómo cambié por mi pareja y por qué nunca deberías hacerlo.

Por qué debes cortar con esa persona aunque la ames mucho

Cambié por completo por mi pareja y vengo a decirte que nunca deberías de hacerlo:

Todo empezó muy bien

Sabía que éramos distintos, pero bien dicen que los opuestos se atraen. Él venía de un ambiente muy diferente al mío, con otros valores y otro tipo de diversión y yo… Yo era un poquito más tranquila y recatada. Sin embargo, eso no impidió que nos enamoráramos y que nuestra relación empezara como cualquier otra: con ilusión, felicidad y mucho que aprender. Y sí que aprendimos.

Los cambios eran sutiles al principio

Él odiaba que yo fumara así que dejé el cigarro. A final de cuentas era por mi bien, ¿no? No le gustaba mi música así que cuando el estaba en mi casa o en mi coche escuchábamos la suya. Este tipo de pequeños cambios se fueron sumando pero en un principio no me di cuenta de la gravedad. “Es normal,” me decía a mí misma. “En todas las relaciones hay compromisos.” Poco sabía…

Me empecé a alejar de mis amigos y familia

Nunca me lo dijo directamente pero sé que no le caían bien mis amigos. Siempre que le proponía ir con ellos a algún lugar, ponía excusas para no ir y por lo mismo siempre acabábamos yendo a donde él quería y con quien él quería. Poco a poco yo fui la que empezó a poner excusas y me empecé a alejar de ellos pues sabía que mi pareja no querría acompañarme y pensaba “¿Cuál es el punto?” Mi vida giraba alrededor de él, lo que el quería hacer y sus intereses; mis amigos y familia pasaron a segundo plano.

Mis intereses ya no eran importantes

No tenía tiempo ya para nada verdaderamente mío: adiós a las clases de guitarra, dejé de escribir, mis compromisos no eran importantes. Él no me apoyaba cuando le decía que tenía un nuevo cuento que quería que leyera o que había encontrado un nuevo curso que quería probar. Es más… Ni le importaba. Me hacía sentir insignificante, como si todo lo que a mi me gustara no fuera lo suficientemente valioso así que lo empecé a dejar todo poco a poco y después…

Ya no me reconocía

Esa chica alegre y segura de sí misma que en algún momento fui estaba opacada por una persona distinta: triste, apagada, deprimida. ¿Qué me estaba pasando? ¿Dónde había quedado esa sonrisa que me caracterizaba? ¿Quién era este ser inseguro en el que me había convertido? Y lo más importante: ¿de quién era la culpa?

No podía seguir así

Me di cuenta de que mi relación estaba haciéndome daño. El cariño de mi pareja se había transformado en posesividad y su falta empatía e interés por mí me causaba dolor, tristeza e inseguridad. ¿Quién querría estar en una relación así? Yo no.

Fue ese el momento en el que decidí terminarlo todo, decirle claramente que yo no era quien él creía ni lo que él esperaba en una chica y que era mejor que buscara a alguien que se amoldara a sus necesidades pues yo ya no iba a intentar entrar en su molde de la chica perfecta. Dolió, y dolió mucho. Pero tiempo después me doy cuenta de que fue lo mejor y que hoy en día estoy feliz porque puedo ser auténticamente yo y nadie más que yo.