Quisieras gritarle al mundo que a ti te gustaba primero equis banda, pero no puedes porque sería raro. Ahora vas a festivales, conciertos y más, donde todos se han vuelto fanáticos de tu banda favorita, aunque sólo conozcan sus últimos éxitos. Esto es bastante frustrante, pero ¿qué vas a hacer? Decirles a todos para que te vean como “clavado”, claro que no. En el fondo sabes que todos tienen la libertad de amar una o dos canciones de la banda que sea, aún así sientes un poco de coraje.
BBBB
Problemas de los que amaron a una banda antes que todos
1. Ver que los que te criticaron ya son “fan”. Te preguntaban sobre esa banda de ruidos molestos, les platicabas que era tu favorita (ahora piensas para qué les conté) y, con el paso del tiempo, se han convertido fanáticos. Ahora todos publican canciones, imágenes, etc.
2. Los conciertos ya subieron de precio y público. Porque ahora tienen más demanda (lo cual es bueno para los músicos, ¿no?) Ahora existe la probabilidad de quedarte sin boleto, mientras que los demás ya lo tengan y en preventa.
3. El amor/odio de escuchar sus canciones en la radio. Te emocionas pero te pone de malas porque ahora todos lo escucharán. Ah… qué egoístas podemos llegar a ser.
4. Ahora todos están enamorados del vocalista/guitarrista/etc. Ahora todos aman a ese ser humano que te encantaba y del que querías hijos (fueras chico o chica).
5. A muchos sólo les laten sus últimos discos y éxitos. Por lo que son las únicas canciones que cantan una y otra ves. Si les pones otra hasta la quitan. Y piensan que esos éxitos engloban toda su carrera.
6. En los conciertos, la gente no comprende las viejas canciones. Lo triste de esto, es que hace que la quiten del repertorio, ya que no “prende” a todos. Hasta unos cuantos, piensan que es su primer concierto, cuando ya habían venido varias veces.
7. Hasta quien ni te imaginabas ahora los ama. Sí, esa persona que nunca te imaginaste tuviera gusto por tu género musical favorito y sólo escuchaba pop.
8. Te quejabas cuando la criticaban y ahora odias que la amen. Así de incongruentes podemos llegar a ser. Esto provoca que tengamos peleas mentales sobre qué está bien sentir.
