Por primera vez el mundo esperaba un disco de Pharrell Williams. A pesar de que es uno de los principales responsables de moldear el sonido de este milenio, siempre ha tenido problemas vendiéndose. Hasta hace poco, para el mundo Skateboard P no era más que un patiño que aparecía de vez en cuando con sus estrellas favoritas, pero el dominio universal de “Get Lucky” y “Blurred Lines” lo empujaron a otro nivel de estrellato. No es casualidad que a 8 años de su LP debut como solista, Columbia Records mágicamente le propusiera lanzar un nuevo álbum. G I R L es una traición de Pharrell al legado que ha construido, una placa al conformismo y la mediocridad.

El concepto “feminista” detrás del álbum se siente forzado con calzador. Se agradece que un artista quiera decir algo diferente, pero en este caso parece una limpia de imagen autodetonada que un ejercicio honesto. Afortunadamente nos acordamos de joyas como “Lapdance” y desafortunadamente también nos acordamos que hace poco más de un año Pharrell estaba pasándola increíble con Emily Ratajkowski y su viejo amigo Robin Thicke en uno de los videos etiquetados como más misóginos y denigrantes para la mujer. Pharrell siempre ha estado un paso adelante, en la moda, en la música, incluso en sus proyectos extramusicales, pero la idea detrás de G I R L parece sacada de un gran sombrero.

Después de haber ayudado a construir tantas carreras y regalarle hits a varios de los artistas más talentosos del negocio, la lista de colaboradores de G I R L es decepcionante. Los únicos colaboradores con créditos en el listado de las canciones son los de su disquera: Miley, Justin Timberlake y Daft Punk. Aunque sobre todo con Timberlake y “los robots” -como ama e insiste en llamarlos- hay una extensa relación laboral, parece que se fue por los amigos que están bajo el reflector y no necesariamente los más talentosos. G I R L se escucha pasajero y poco memorable.

“Gust of Wind” es la canción que Pharrell y Daft Punk jamás hubieran lanzado hace unos años. Un patético abuso del encanto robot que cualquiera con un vocoder podría emular. “Hunter” es un intento de Pharrell por hacer lo que ya hizo con Thicke; pegajosa, pero nada más. Cuando otros artistas buscaban trabajar con Pharrell era porque llevaba su sonido al siguiente nivel, no hay rastros de eso en G I R L.

Pharrell siempre ha sido mejor en su trabajo para otros que el propio, pero en el pasado por lo menos tomaba riesgos más interesantes. ¿Dónde está el visionario que hizo el delirante Seeing Sounds de N.E.R.D. o aquel mal logrado pero atrevido Pharrell que jugaba a ser el siguiente Lenny Kravitz? El riesgo, la innovación y aquellas cosas que considerábamos como firma de Pharrell están ausentes de este disco.

Después de tanto esfuerzo, tiempo y dedicación como uno de los innovadores más importantes de la industria se habría esperado que Pharrell tuviera más claro que quería hacer con su marca personal… más allá de usar o no un sombrero. El productor con el toque de oro ha pasado media vida creando hits y nuevas identidades para una larga lista de artistas y simplemente no pudo hacer lo mismo con su trabajo. Adaptarse a lo que el mundo ha visto recientemente de él fue el camino fácil, pero en a largo plazo será el que una vez más mantenga a Pharrell como el productor, colaborador, no la superestrella que puede ser.