John Lennon es el héroe musical por antonomasia. Su cruzada por el amor, abanderada por la lírica pacifista de canciones como “Imagine”, y en especial su violenta extracción de esta vida, lo tienen en un pedestal. Escuchamos las primeras notas de “All You Need Is Love” y se nos parte el alma, pero rara la vez nos acordamos de su desempeño como marido y como padre.

En casa, ese prócer del rock y mártir de las circunstancias era más sabandija que beato. Ni Cynthia ni Yoko tuvieron un esposo modelo, no se diga monógamo. Los hijos de John tienen versiones diferentes de su padre. Sean puede presumir de “Beautiful Boy”, pero a Julian -el primogénito- le tocó una infancia perforada por la “beatleamanía”.

Así es la vida y así son nuestros héroes, sólo que hay de pecados a pecados. Al final, las pifias de Lennon son eso, errores mundanos que simplemente separan al músico del hombre;  podemos cantar “All You Need Is Love” sin sentir la espada vengadora de la moral en el pescuezo.

Ah, pero al hablar de Michael Jackson la piel se nos pone de gallina, y es que sus transgresiones como humano son más bien perturbadoras. Las cosas ya no están para entonar “Smooth Criminal” sin sentir una opresión en el pecho, y no precisamente por cuestiones de nostalgia.

La fascinación del difunto “rey del pop” por la carne de su propio sexo, en especial la imberbe, se ha hecho patente con el catálogo de documentos que la Suprema Corte de California liberó hace algunos días. Se trata de las pruebas durante el proceso judicial de 2005 contra Michael Joe Jackson por abusar sexualmente del menor Gavin Arvizo.

La parafernalia editorial y audiovisual confiscada en Neverland incluye libros, revistas, películas, fotos e ilustraciones con pornografía gay, pero también hay material con mujeres desnudas (casi siempre en circunstancias sadomasoquistas).

Vamos, la biblioteca de Michael Jackson era un templo del erotismo, algo de lo que cualquier hombre con semejantes recursos también podría jactarse. El problema es que en la “colección” de MJ también abunda material con fotos de niños y adolescentes desnudos. La memoria de sus computadoras alberga imágenes de la misma naturaleza, así como las visitas a sitios de pornografía infantil.

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El expediente deja poco lugar a las dudas sobre sus intereses sexuales, pero a fin de cuentas, el pleito con Jordan Chandler y sus padres en 1993 se zanjó con un cheque y la justicia californiana nunca reunió los elementos necesarios para iniciar un proceso que terminara con un Michael Jackson encarcelado por el caso Arvizo (MJ fue declarado “no culpable”).

Por otro lado, los catorce folios que enumeran la evidencia no son suficientes para los fans que creen ciegamente en la inocencia de su héroe y lo defienden a brazo torcido. “Consumía pornografía. ¿Quién no?” La posesión de Boys Will Be Boys (una antología de fotografías de niños desnudos editada en los sesenta) es todo un tema en la red. El ejemplar de Jackson contiene notas autógrafas y, naturalmente, sus huellas digitales (o sea que no es evidencia plantada).

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El último argumento de esa defensa simbólica, precisa que se trata de un libro que casi cualquiera puede comprar. Hay copias usadas disponibles en Amazon, y debe haber más en librerías de viejo y tiendas afines. Es decir, aunque aborda un tema que encontramos “inapropiado”, no se trata de una obra pornográfica per sé.

¿A quién creerle? ¿A los detractores del hombre o a los feligreses del artista? ¿Qué pesa más, la “colección literaria” de Jacko o su legado musical?

Los cuerdos dirán que una cosa no quita la otra (vaya que un cliché puede ser reconfortante), pero tal vez habría que ser más categóricos, o al menos más congruentes. Reprobamos sin chistar la pederastia (o la sospecha de) en escuelas (laicas o no) u otras instancias, pero Michael Jackson es beneficiario de la duda por el moonwalk, “Billie Jean” y sus quebrantos personales. ¿Entonces? Somos una punta de hipócritas.

Ya se dijo que John Lennon era más sabandija que beato. Toca decir lo mismo de Michael Jackson; no hay corona que valga. Eso sí, qué bonito bailaba.