Texto: Aldo Mejía

Fotos: Marisol Martinez

Cincuenta años han pasado y ni un minuto ha sido en vano. Más nunca va a pasar un 2 de octubre. Basta con ver la cantidad de cámaras que toman fotos a mansalva y celulares que no dejan de grabar a cada segundo, hacen transmisiones en vivo y fragmentan lo que sucede para subirlo a cuanta red social hoy existe. Drones sobrevuelan la Plaza de las Tres Culturas como hace medio siglo hicieran un par de helicópteros y la información viaja en todas direcciones, arrojando más luz que un par de bengalas.

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

La gente va y viene de la explanada y allí donde corrían asustados los estudiantes tratando de huir de un intercambio de balas entre Ejército y Batallón Olimpia, se ven caras de desagrado por la presencia de vendedores que entorpecen el paso, que venden pañuelos, playeras y banderas con la inconformidad estampada. Cien pesos le vale, cien pesos le cuesta. La cara del Che Guevara sigue apareciendo en camisetas verde militar y se llama a la revolución. Personas mayores, que marcharon entonces, repiten ahora en pos de que no vuelva a suceder un episodio como aquel. Las peticiones, sin embargo, esta vez son muy diferentes; se exige la aparición con vida de los estudiantes de Ayotzinapa y la liberación de los presos políticos.

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Algunas cosas han cambiado y otras persisten hasta la necedad. Luis González de Alba mencionó en Tlateloco aquella tarde, uno de sus últimos textos reflexivos en torno a las protestas, que éstas se mantuvieron como algo estudiantil, en ningún momento se unieron grupos obreros ni campesinos. Esta vez, la vanguardia la tomaron grupos de dichas índoles mientras ondeaban estandartes rojos con hoces y martillos, y seguían pidiendo socialismo como forma de gobierno. Entre esas banderas, también se alzaban las que representan al orgullo LGBTTIQ lo que podría verse como un avance cuando en los sesenta la homofobia persistía entre los grupos afines a la izquierda.

Un par de horas más tarde frente a una multitud de 15 mil personas, al vocero del Comité de 1968, se le va a olvidar mencionar, precisamente, el nombre de Luis González de Alba, uno de los dirigentes más importantes del movimiento y el único que, ya en el exilio, se declaró abiertamente homosexual. Más de una contradicción hay en la omisión de su nombre.

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Escuelas de todas las disciplinas y áreas acudieron a la conmemoración de esta fecha, bailes, porras, representaciones y mentadas hacían eco creciente sobre Eje Central, las paredes quedaron a merced de pintas y protestas visuales. Familias se mantenían al margen y se limitaban a ver el paso de los contingentes. Un padre les explica a sus hijos qué pasó, porqué aquella multitud y el enojo. Pero el señor no refleja encono en el rostro sino la tranquilidad de quien ha entendido las causas, las circunstancias y el contexto. Algunos niños sí participan de forma activa y un par, con máscaras de Fake Guy, prometen nunca permitir que algo similar les ocurra a ellos. No es para menos, esa tarde perecieron niños y madres que fueron con la intención de ser meros testigos para terminar convirtiéndose en víctimas.

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Setenta personas murieron esa tarde, casi doscientas fueron heridas. Cuando Vicente Fox ganó las elecciones en el 2000, impulsado por el PRD -partido que fundaron algunos participantes del 68-, se creó una comisión de la verdad para reabrir el caso y encontrar culpables. Se abrieron líneas telefónicas a reportes y denuncias de muertos y desaparecidos. Muchos de ellos eran vecinos de la unidad Tlatelolco, unos cuantos estudiantes y ningún dirigente del Consejo Nacional de Huelga. Pero los estudiantes a los que platico esto no me creen, afirman que debieron haber sido muchos más.

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Les muestro los libros, notas y documentos que respaldan lo que digo, pero es inútil y desisto de buscar en ellos la curiosidad que debiera ser propia de un universitario. Se dan la vuelta y se unen a su contingente.

El reporte final y oficial dice que 75 mil personas marcharon para conmemorar y repudiar los actos perpetrados por Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Nada ha de compararse con las trescientas mil que llegó a haber en la marcha del silencio de 1968 cuando caminaron con un pliego petitorio definido y un discurso unificado. Este año, se montó un gran templete y se democratizó un micrófono que fue utilizado para llamar a no permitir la construcción del aeropuerto en Texcoco, para leer minutas larguísimas que terminaban por ahuyentar la atención de los que ya estaban ahí. La mayoría posaba con sus pancartas mientras la bandera ondeaba a media asta; ponían cara de indignación, alzaban el puño y click.

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Inclusive, generaciones a las que tocó ver llegar muchos años después un teléfono celular. Un grupo en particular elevó una cartulina que rezaba que hace cincuenta años ser joven era un delito, quienes tienen edad suficiente para sentirse identificados con el mensaje, se acercan, sonríen y levantan el puño. Click, otra foto del recuerdo. Una señora se muestra tímida para hablar al respecto, pero su acompañante celebra la libertad que hay ahora. Él marchó entonces y repitió ahora. Que antes, me dice, no había estudiantes con pelo largo, ya no hablemos de los tatuajes y de la ropa. “Son parte de las cosas que nos ganamos entonces”, dice sonriente.

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Siguen llegando los contingentes por la calle 5 de mayo y 16 de septiembre, retumban los cánticos y las enardecidas peticiones de una universidad sin porros; sobre Madero, se escucha música y gente haciendo compras como cualquier otro día. Qué mejor reflejo de lo que es este país. Mientras oscurece el cielo, llegan los estudiantes del Politécnico y de las facultades de la UNAM. Ya decía que algo faltaba a esta marcha. Los últimos en hablar son los de la Asamblea Interuniversitaria. Buena falta les hace heredar esa costumbre que se tenía en las Asambleas del CNH que cada que alguien se extendía en su turno le gritaban ¡CON-CRE-TI-TO!

Mucho ha cambiado desde entonces y nunca había estado más lejos un 2 de octubre y más cerca el olvido.

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez

Foto: Marisol Martínez