Según información de la Procuraduría General de la Justicia (PGJ), del 01 al 08 de febrero se reportaron 23 casos de acoso en las Instalaciones del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STCM), mientras que del 2016 al 2018 solo se realizaron 11 denuncias. Sin embargo, en el estudio Atención y Prevención del Acoso Sexual en el Sistema de Transporte Colectivo Metro (STCM)’ del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República señala que solamente en el 32% de los casos reportados por acoso sexual en el metro se abrió una carpeta de investigación. En el 2% se denunció ante el juzgado cívico, en otro 2% se presentó una queja y en el 64% se desistió de la denuncia.

¿Por qué las mujeres que sufren acoso sexual en el metro deciden no denunciar?

Brenda N., estudiante de nivel superior de 25 años de quien no daremos a conocer su verdadero nombre para resguardar su integridad, vive en Valle de Aragón. Para transportarse utiliza la estación Río de los Remedios de la Línea B, donde desde hace un año sufre acoso por parte de uno de los vendedores ambulantes del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STCM)

En marzo de 2017, su acosador comenzó a hostigarla verbalmente. Situación que en un principio ella pasó por alto, hasta que un día decidió enfrentarlo. 

“Me regresé y le dije ‘A ver, ¿cuál es tu pedo? ¿Qué quieres? Si tienes algo que decirme, pues dímelo’. Entonces él me respondió súper enojado y muy agresivo ‘No, pues es que no te estoy diciendo nada malo. No sé porque lo tomas así’. Le dije ‘Pues es que ya van varias veces que haces lo mismo y a mí no me parece, neta me incomoda que lo hagas. Deja de hacerlo si no quieres meterte en un pedo’”.

Las agresiones verbales se volvieron cada vez más constantes por lo que Brenda decidió contarle a su papá. Buscando una solución, hablaron con el Jefe de la policía de la estación, quién les dijo que tenían dos opciones: Hacer justicia por su propia mano y atenerse a posibles represalias o levantar un denuncia.

“Decidí ir a hacer lo de la denuncia que al final no sirvió de nada”.

Su papá comenzó a ir por ella a la estación del metro Río de los Remedios. Brenda descargó ‘Vive segura de la Ciudad de México’ —una aplicación del Gobierno de la Ciudad de México— en donde hizo la denuncia. La citaron con una trabajadora social, fue y contó su historia. Sin embargo, le dijeron que como no existían pruebas que demostraran el acoso del que es víctima ni de que el vendedor ambulante se pusiera violento cuando ella lo enfrentó, la denuncia no procedería. Le advirtieron que sería un camino tortuoso, cansado y que al final no ganaría absolutamente nada porque su acosador se quedaría en el mismo lugar.

“Al final, no me quedó de otra más que seguir con mi vida porqué las autoridades no me ayudaron. No me dieron una solución a mi problema”.

“Siempre que paso por ahí me da un chingo de miedo, me da mucha ansiedad, me pongo muy nerviosa porque tengo miedo de que pase algo. Siempre estoy con esa incertidumbre, así es mi camino de regreso a casa”. 

En marzo de 2019, una noche cuando Brenda regresaba a casa contactó a su papá dos estaciones antes para avisarle que estaba por llegar a Río de los Remedios donde iba a recogerla.

“Iba caminando y sentí las miradas súper penetrantes. Yo me les quedé viendo como para decirles ‘Wey no me intimidas, no tengo miedo’, obviamente me estaba cagando del miedo, pero no podía demostrárselos. Bajé las escaleras y como en el tercer o cuarto escalón escuché que gritaron ‘¡Agárrala, agárrala! ¡Es ella!'”

Por instinto, Brenda bajó el resto de las escaleras corriendo, empujó a un sujeto que se encontraba en frente de ella, a travesó Avenida Central —una vía rápida del Estado de México— donde afortunadamente en ese momento no circulaba ningún carro y se resguardó en el parqué donde todavía en shock llamó a su papá quién llegó unos minutos después.

“En ese momento no te pones a pensar si es un chiste. Imagínate que yo no hubiera corrido, igual me hubieran llevado o violado”.

Con impotencia, rabia y enojo, Brenda ha cambiado su rutina y lleva consigo siempre un gas pimienta.

“¿Sabes? Es como una agresión a tu libertad y eso no está bien. Ese wey sigue como si nada, ese wey está haciendo su vida, al final no le importa y yo tuve que cambiar mi manera de vestir, mis horarios, mi ruta”.