El problema con las grandes bandas es que nos acostumbran a esperar cosas de ellos. Se dan el lujo de tomarse cuatro, cinco, diez años (o más) para brindarle a sus fans material nuevo. Generalmente este viene con una nueva propuesta estética de la banda. Pasa todo el tiempo. Los vocalistas casi siempre lucen distintos, su música muestra una evolución en cuanto a temática en las letras y su sonido cambia. Para nosotros, los mortales que los seguimos y esperamos a que editen algo nuevo, es todo un tema. En ese lapso de tiempo, escuchamos sus discos, digerimos sus letras y creemos en ellos como seres sobrenaturales. Pocas veces reparamos en lo que pasa en sus vidas cotidianas. Para los fans, las estrellas de rock no tienen una vida aburrida como la nuestra. En nuestras cabezas, ellos no tienen que pagar la hipoteca, tampoco tienen que trabajar: su trabajo es beber, consumir estupefacientes, entrar y salir de rehabilitación, y componer las canciones que musicalizan nuestra cotidianidad. Vaya que la realidad es distinta. El día a día también pasa en sus vidas. Poco a poco, nos damos cuenta de esto gracias al papel que han jugado las redes sociales en la relación celebridad – persona “normal”. Vemos sus fotos en Instagram, o sus status en redes sociales; con un poco de sensibilidad podemos darnos cuenta que los dioses del escenario también tienen su dosis de rutina y aburrimiento. Es normal, son humanos.

¿Son los Flaming Lips una “banda grande”? La respuesta viene desde la óptica que usemos para ver el fenómeno de los ídolos de la música. Si lo vemos desde el punto de vista pragmático, la respuesta sería: “Sí. Los Flaming Lips son uno de los grupos musicales más grandes del mundo.” Es una banda que tiene repisas llenas de honores: discos de platino y Grammys. Es un grupo con una trayectoria de más de 20 años que logró salir de una ciudad olvidada en el midwest norteamericano para convertir una de sus canciones en el himno oficial de su estado1, y que posee a una envidiable base mundial de fanáticos de hueso colorado2. Los Flaming Lips son un ne-go-cia-zo.

Sin embargo, visto desde el punto de vista de las “bandas grandes”, los Flaming Lips son un modesto colectivo de pachequines, con dos o tres canciones aptas para bodas y playlists para levantarte el ánimo. La diferencia entre los grandes monstruos de los estadios y el grupo de Oklahoma reside en el elemento más puro que tienen las leyendas del rock: ellos no esconden nada, ni pretenden esa vida de rockstar que nos pintaron los semidioses surgidos a mediados de los setenta y que tuvieron un apogeo hasta mediados de los noventa como Led Zeppelin, U2 o Metallica. Es una banda que sale a hacer su prueba de sonido en cada una de sus fechas. Su vocalista, lejos de ser el objeto de deseo de millones de quinceañeras, es un tipo que aparece en Street View de Google Maps bañándose en su casa naranja de OKC.

Coyne tomando un baño en la calle

Coyne tomando un baño en la calle

Cuando me tocó conocerlo, se desvaneció en mi cabeza su status de rockstar. Wayne Coyne le dio el número de SU teléfono celular a una fanática para que le hablara por si un día iba a Oklahoma. Esto fue después de que unos 40 entusiastas nos subiéramos disfrazados de DJ Lance (de la serie infantil Yo Gabba Gabba!) a la tarima del Palacio de los Deportes a brincar durante todo el concierto que dieron en diciembre de 2010. Después del show, en el que rodó por el público en su esfera mágica, sacó unas manos que apuntaban lásers al público, brincó y echó serpentina como si no hubiera mañana, y tocó unas 15 canciones, le firmó -uno por uno- un setlist a los participantes del show. A cada uno le hizo un dibujo personalizado y platicó con TODOS sobre algo. Eso, no lo hace una “banda grande”. Eso, más bien, hace a una banda GRANDE.

“Mi problema es que soy una persona excesivamente creativa”, me dijo Coyne esa vez, en entrevista para Ibero 90.9, “no puedo dejar de expresarme, no puedo quedarme quieto, porque me aburro y me deprimo”. Esa es la razón por la que los Flaming Lips no abordan la mística de las superbandas. El modelo “compongo un disco, lo edito seis meses después con un plan ambicioso de marketing, hago una gira, me tomo unas vacaciones y vuelvo a componer otro disco” no existe en el mundo de los Lips. Al menos, no durante los pasados cinco años, en donde nos hemos enterado al menos de 10 cosas que han hecho estos punks sicodélicos. Van algunas de las que me acuerdo (sin orden específico).

– Lanzaron su primer disco SIN el sonido clásico que les acuñó Dave Fridmann. Embryonic. Un salto cuántico del pop grandilocuente que los catapultó como una de las bandas más grandes del planeta. Atrás quedaron las orquestas y las canciones para sentirse bien. Volvieron a la crudeza y recurrieron a Karen O de los Yeah Yeah Yeahs para que hiciera como rana (vía telefónica).

– Grabaron con Bon Iver un EP.

– Hicieron lo mismo con el ícono del chillwave, Neon Indian. (Ambos EP’s, por cierto, son bastante mediocres).

– Cantaron con Ke$ha.

– Sacaron un video grotesco con Erykah Baduh desnuda en una tina. Luego la Baduh se enojó porque no le había dado permiso a Wayne de poner su cuerpo al natural en pantalla.

– Hicieron un álbum tributo (con Henry Rollins, Peaches, Stardeath & White Dwarfs) al Dark Side of the Moon, con el que se fueron de gira para tocarlo completito en vivo.

– Lanzaron una cosa inescuchable de 6 horas llamada Strobo Trip3.

– Luego pidieron donaciones para que el nombre de sus fanáticos fuera incluido en otro mamut inescuchable de VEINTICUATRO HORAS4.

Hay una razón por la cual las bandas se toman un descanso entre disco y disco. En realidad, le dan ese descanso a sus fans. Ellos (o sus managers) saben que no todo lo que sale de su cabeza es genial, y no todo lo quieren escuchar sus seguidores. A Wayne Coyne no le interesa eso, sus fanáticos de verdad son lo suficientemente fieles para seguirle la pista a cualquier cosa que haga. Y esa es la verdadera razón por la que a los incautos que lleguen a The Terror sin haber -al menos- escuchado algo de lo que ocurrió entre el At War With the Mystics5, se llevarán las manos a la cabeza y se preguntarán: “¿QUÉ CHINGADOS LE PASÓ A LOS FLAMING LIPS?”

The Terror es todo lo que el título insinúa. Así como lograron penetrar en el ADN del Dark Side of the Moon para lograr un álbum lleno de color, Steve Drozd, Wayne Coyne, Michael Ivins y Kliph Surlock6, se metieron en el mundo de la claustrofobia. Por momentos recuerda esa oscura parte de Pink Floyd, cuando Waters se adueñó del grupo. “You Lust” es un track que recuerda, de modo más industrial, ese oscuro pasaje llamado “Careful With That Axe, Eugene”. “Be Free, A Way” es como “Set The Controls for the Heart of the Sun”. Y así, el disco transcurre entre experimentaciones sónicas y el sentimiento de ansiedad que sólo un genio como el de Drozd puede evocar. En este disco, Los Flaming Lips, están lejos del crisol optimista y colorido que muestran en sus conciertos. Es como si el Embryonic hubiera tenido una capa extra, y nos meten, aún más, en la soledad de vivir en el vientre materno. El disco, como los fetos, flota.

Algo tiene The Terror que lo vuelve un álbum de los fantásticos de Oklahoma y de nadie más. Es un disco que explora un nuevo aspecto de la sicodelia. Cuando en las estaciones colegiales sonaba “Be My Head” del magnífico Transmissions from the Sattelite Heart, los críticos los amaron, porque lograron hacer lo indecible: música punk con un sentimiento inequívoco de amor. Hippies haciendo música para punks. Luego, cuando lanzaron el Soft Bulletin, el mundo los conoció y los amó. Es imposible no amar a esos Flaming Lips que cantan sobre una hipótesis que sugiere que los químicos en nuestro cerebro, por los cuales tenemos la sensación de estar enamorados, fueron los mismos que causaron el Big Bang. Pero sí es posible odiar a los Lips de The Terror.

En mi caso, el sentimiento es de amor, aunque advierto al lector, que si este es su primer acercamiento con la banda, se aburrirá a los 25 segundos. Es un álbum al que hay que ponerle mucha atención. Es la demanda eterna de Wayne Coyne, la razón por la que no hemos dejado de escuchar sobre ellos. Coyne tiene una necesidad clara de llamar la atención de todos, de ser el centro de la conversación. Y claro, no miente, él es un ser altamente creativo, que al juntarse con un genio (Drozd) producen magia. Este álbum es de magia negra (exceptuando quizás, el bonus track “The Sun Comes Up Today”7). Hay dos historias que surgen al escuchar a los Flaming Lips: Del The Terror hacia atrás es la historia de una banda sicodélica, oscura y contemplativa que consume LSD y después deciden hacer punk. Del Transmissions From The Satellite Heart8 hacia adelante, es la historia de una banda que llega a su cúspide creativa y después se dedica a hacer lo que quiere y no lo que debe9.

El problema con las grandes bandas, es que nos acostumbran a esperar grandes cosas de ellos. El problema con los Flaming Lips, es que al parecer, su gran momento pasó hace diez años… o depende del cristal por donde se miren.

1 “Do You Realize?” fue nombrada la canción oficial del estado de Oklahoma en 2009, después de que el Senado del estado pusiera una votación para escoger el tema musical que más representara a los habitantes de la entidad. La canción de Wayne Coyne arrasó con el 51% de los votos. Hace unos meses, el actual gobernador (republicano) revocó la decisión, porque la banda dice malas palabras y su bajista es un comunista (o al menos eso dice una playera con una hoz y un martillo que alguna vez usó en un concierto.)

2 Fanáticos en el más puro sentido de la palabra. Que se disfrazan ridículamente para ir a sus conciertos y que harían cualquier cosa (de verdad, cualquier cosa) por subirse al escenario a bailar con la banda durante todo el show. Una de las tantas míticas tradiciones de los Lips.

3 Lo vendieron en un USB dentro de un juguete que lanzaba luces estroboscópicas por el precio de 150 USD.

4 Este, lo pusieron en un cráneo humano.

5 El último disco que hicieron con el sonido Fridmann. Un viaje sónico multicapas con canciones que te harán sonreir aunque no quieras.

6 Creo que me falta un integrante nuevo. Pero creo que tampoco vale mucho la pena incluirlo, ya que todos sabemos que los Flaming Lips son Coyne y Drozd (y Michael Ivins por derecho de piso).

7 Canción colorida, feliz y divertidísima que estrenaron en un comercial de coches durante el Super Tazón. Un negociazo, les digo.

8 No incluí los primeros discos, porque no tienen la grandeza, ni el genio de sus obras posteriores. Lo esbozan, pero no son emocionantes, en realidad imitan lo que hacían los Butthole Surfers en ese momento.

9 Lo mismo hubiera pasado si los Beatles no se hubieran desintegrado después de hacer Abbey Road.