Además de escuchar el disco, leí algunos comentarios que han aparecido en la red sobre el disco debut de Ella y El Muerto. En general, ver el nombre de Camila Sodi en un proyecto musical ha generado opiniones encontradas. Muchas de ellas bajo la sorpresa de ver a una actriz haciendo algo distinto que nadie esperaba y que en tal caso, lo más obvio sería verla cantando pop. Sin embargo, al darle play a su álbum homónimo, lo primero que me doy cuenta es la intención intrigante y oscura que tanto ella como Saúl Ledesma “El Muerto” le dieron a su trabajo.

Bajo la producción de Ulises Lozano y Carlos Chairez de Kinky, este primer LP que presenta el dúo mezcla el synth pop con los pasajes oscuros de la música industrial. Sin embargo, la combinación de la voz y figuras de Camila con las melodías que la acompañan, resultan en un esfuerzo que se nota demasiado y muchas veces termina siendo plano. El disco comienza con “Dame más”, un corte no tan oscuro y que me recuerda un poco a Santa Sabina, pero que no le hace justicia al tono general que aparece en las otras diez canciones.

El sonido industrial que le hemos escuchado a Trent Reznor es clara influencia en canciones como “Amores residuales”, sólo que Ella y El Muerto lo mezclan con figuras y melodías vocales que no pueden negar su esencia pop y que hacen de este corte un buen momento en el disco. Lamentablemente, de estos no hay muchos, pues cuando llegué a “Marina Mandarina”, me encontré con un esfuerzo sin pies ni cabeza donde incluso la voz de la actriz suena apartada del núcleo de la canción.

Ese esfuerzo incómodo del que hablo con insistencia también se materializa en “Señorita corazón venganza” y “Ojos de luto”. La primera, una historia de desamor que aunque busca la oscuridad se queda a la mitad; la segunda, una balada bastante plana que afortunadamente es precedida por un puente llamado “Derramando”, la canción más corta que con detalles y sonidos extraídos del legado de Depeche Mode, se presenta como uno de los mejores momentos del disco. Sin duda debió tener más empuje.

La experiencia de Saúl, así como las aportaciones de los productores, se reflejan en un álbum debut con buenas intenciones pero que hasta el final con “Me voy”, nos mantiene esperando el momento perfecto, aquel donde aparezcan las ganas de escucharlo otra vez. El primer esfuerzo tiene su mérito, pero vale la pena esperarnos a la segunda oportunidad.