Foto: Flickr/Miquel Vernet

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A través de su sitio web, Playground expuso un problema importante que está afectando al jazz y a la música clásica. Se trata de distintos factores por los cuales, éstos dos géneros que forman parte de los llamados “minoritarios” la están pasando bastante mal al tratar de encajar en los formatos de distribución y consumo digital de la música. ¿Por qué? Pues…

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La búsqueda está hecha para lo popular

Uno de los factores más preocupantes, tiene que ver con la metadata de la base de datos de Spotify, ya que en géneros como el pop es muy sencillo saber quién va bajo el campo de “Artista”, pero en la música clásica no. Aquí, el “Artista” puede ser el compositor de la partitura original, el interprete de la misma, la orquesta o el conductor de la orquesta, ¿muy complejo no? Es por ello, que al buscar una pieza en particular, puede ser que no encontremos la versión que queremos.

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No hay “canciones”

En el jazz, la cuestión es similar, aquí el problema radica en que muchos de los grandes expositores de éste género, empezaron su carrera como acompañantes de otras figuras, más que lanzando sus propias canciones. Por lo que gran parte de su obra no aparece registrada en “canciones”. Tal es el caso de Bill Evans, cuya obra más importante es el Kind Of Blue de Miles Davis, sin embargo, no hay manera de llegar a este disco con la búsqueda del nombre de Evans.

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No es música que se consuma en volumen, por lo tanto no hace dinero en sistemas de streaming

Por otro lado, pero no menos importante, se encuentra la situación de las regalías, las cuales siguen siendo de broma para una gran cantidad de músicos. Yulun Wang, responsable del sello Pi Recordings lo explica de la siguiente manera: “Si tienes a alguien que se compra 20 discos de jazz al año, a razón de unos 250 euros anuales, puede que acabe comprando uno o dos de nuestros discos. Si trasladas este tipo a Spotify, tiene todo lo que quiera por 120 euros al año. Y la proporción que me llega a mi es de, literalmente, centavos”. Es por situaciones como esta, que hace unos días entró en vigor un tratado firmado por más de 700 disqueras independientes en el que se busca un mejor trato para los artistas y sus obras, en plataformas como Spotify y YouTube.

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Así, la música clásica y el jazz se unen a la muy desgastada batalla por mejores condiciones para los artistas y sus obras, en un afán de encajar dentro del sistema de reproducción digital de sus discos.