Annie Clark lleva poco más de una década de carrera, fue en el ya lejano 2003 que publicó su primer EP, todavía bajo su nombre real. En ese entonces era una estudiante en Berklee y su sonido estaba lejos de lo que sucede con su música en 2014.

En 2014 ya no hay Annie Clark, al menos en el aspecto musical, St. Vincent ha tomado el control. Por eso no es de extrañarse que su cuarto álbum lleve por nombre St. Vincent. Es el disco en el que finalmente Annie encontró su sonido y completó una metamorfosis que en años anteriores la llevó por todos lados, desde forma parte de The Polyphonic Spree hasta ser la musa de David Byrne.

St. Vincent comparte el título con su autora como una declaración de poder, hasta se puede ver en la portada que muestra a la cantante y compositora sentada en una especie de trono. Es la persona y personaje de St. Vincent finalmente presentándose al mundo como la fuerza musical que llevaba años preparándose para conquistarlo.

El cuarto álbum de su carrera es una agradable colección de sorpresas de principio a fin, una que nos lleva por múltiples géneros y cambios de sonido entre canción y canción. La base electrónica de la encargada de abrir el disco “Rattlesnake” suena como algo extraído directo de los grupos más experimentales de los ochenta, mientras que “Birth In Reverse” parece una referencia a múltiples géneros de los setenta, desde el glam de T. Rex, hasta el hard rock de la mayoría de los actos de dicha década. Después llega “Prince Johnny”, una balada digna de cualquier película de princesas de Disney, y apenas vamos por la tercera canción.

En “I Prefer You Love” perfecciona la idea de la femme fatale musical de una forma que Lana Del Rey envidiaría, mientras que en “Bring Me Your Loves” suena más furiosa y demandante que la mitad de las bandas que hoy en día se autonombran “punks”.

Pasar por tantos géneros podría producir un disco completamente esquizofrénico, y tal vez el LP tiene toques de locura, pero en ningún punto se siente como un perdida de identidad. En todo momento St. Vincent tiene el control de su sonido y los diferentes géneros viven y funciona bajo su filtro. Es pop, rock, funk, glam, electrónica y new wave, pero antes de todo eso es St. Vincent.

En la parte lírica, St. Vincent resulta ser una observadora de los problemas culturales tan exitosa, que le agrega a sus canciones una ansiedad que contrasta con las melodías agradables, bailables y enérgicas (arte antes dominado por David Byrne en sus días al frente de Talking Heads). “Digital Witness” retrata la paranoia de la era de las redes sociales, mientras que “I Prefer Your Love” es una balada dedicada a su madre que de paso cuestiona la religión. “Psycopath” habla sobre las relaciones románticas y la ansiedad que pueden provocar. Las sorpresas no sólo son musicales, también se encuentran escondidas entre las letras de cada canción.

St. Vincent es uno de esos discos que definen carreras, un álbum que captura y define el sonido de una de las compositoras más emocionantes de su generación. Por diez años St. Vincent ha estado llamando la atención de algunos, pero con su nuevo álbum logrará que todo el mundo la conozca. Ahora St. Vincent sabe quién es y con eso en las manos, nadie podrá detenerla.