Cuando La Mala Rodríguez lanzó su disco Dirty Bailarina en 2010, muchos hablaron sobre una suavidad inesperada en su música y en sus letras, incluso la acusaron de haber hecho un disco de baladas que nunca despertó del todo su furia. Tres años después, la rapera española reaparece bajo el concepto de una bruja que tiene el poder de agudizar sus letras y a través de varios estilos musicales, cuestionar y criticar tanto lo que pasa en su país como los problemas generales que la gente común vive y reclama. Bruja, el nuevo y quinto álbum de estudio de la mujer de 34 años llamada María Rodríguez Garrido, es un escaparate fuerte, enérgico y poderoso, que logra exhibir su posición como una de las representantes más importantes del hip hop de su país.

Las diferentes mentes y manos que colaboraron en este nuevo álbum, son la causa de la variedad de sonidos sobre los que La Mala Rodríguez canta a lo largo de sus 12 canciones (incluye un bonus track). Se trata de un conjunto de estados de ánimo que se mezclan con diferentes ritmos bajo la batuta de productores como Jota MayúsculaClément AnimalsonsDjimi Finger, y que al mismo tiempo expresan acidez lírica y poder a nivel personal. Como en “Esclavos”, el corte abridor que habla sobre libertad y la búsqueda de la fuerza, Bruja en algunos momentos recorre la sencillez y los ritmos comunes del hip hop, aunque también cubre la necesidad de hallar cosas nuevas y sugerentes como en el sencillo “Caja de madera”, donde “La Mala” fusiona su acento sevillano con los ritmos cadenciosos del reggae.

Bruja es un disco político, crítico y al mismo provocativo y sensual. Su unión de diversidades se refleja en canciones como “33” y “La Rata”, canciones contestatarias y violentas que hacen referencia a la explotación infantil, al presidente de España y a muchos escenarios que retratan lo que se vive en muchos países. Al mismo tiempo, el álbum es un frenesí de sensualidad; una canción como “Cuando tú me apagas” y una frase como “Siempre que me agarras me pongo asesina” logran levantar la temperatura y mostrar esa parte caliente que La Mala Rodríguez nunca ha dejado de lado. Colaboraciones como la del rapero Seyfu en “Caliente” y la del venezolano Canserbero en “Ella”, también forman parte de las intenciones que tanto la cantante como sus productores tienen de sorprender y explorar.

Sobrevivir con los recursos limitados de uno mismo y subsistir sin ayuda de nadie, es otro de los discursos más fuertes en este álbum. “Quién manda”, un corte producido por Clément Animalsons y con una esencia caribeña, es una gran intento por despertar a quienes trabajan y luchan diariamente contra los obstáculos de la vida y la poca ayuda del gobierno (el bonus track es la misma canción pero con la colaboración del rapero sevillano Shotta). Sirve de contraste ante canciones como “Dorothy” y “Miedo a volar”, aquellos momentos más cantados y más melódicos donde la rapera derrama sentimiento, algunas veces en contra de la violencia, otras por un amor no correspondido.

El trabajo cuidadoso en el que La Mala Rodríguez estuvo enfocada durante tres años, la llevó a solidificarse y a construir un discurso que, aunque critica y reta, también sugiere y busca ser empático con el escucha. El hecho de haber diversificado la música y la forma en que sus letras y su voz conviven, es un mérito y un paso hacia adelante por parte de la rapera nacida en Cádiz.