neil-young-slider

Si alguna vez existió un músico despreocupado de lo superficial, cuya música sea suficiente para decir todo lo que necesita ser dicho, alejado de la polémica, las rivalidades, trivialidades y estupideces de lo que implica tener un trabajo en el que a cada lugar que vas, gente te hace preguntas y te toma fotos para vender revistas, ese alguien se llama Neil Young.

Un personaje solitario, aun cuando está muy bien acompañado. Una silueta lejana y despeinada que un día de 1966 apareció con guitarra y armónica en un bar de California como parte de Buffalo Springfield, y a partir de ahí nunca dejó de hacer lo que quiso. Un alma independiente sin lugar de pertenencia.

No importa cuántas veces cambie el sonido de Neil Young a través del tiempo, siempre tiene la misma esencia: Directo y honesto. Sin filtro, ni culpa. Él toda su carrera ha preferido grabar a una sola toma y dejar que se escuche el momento como fue, con errores y todo. En todas sus canciones se escucha al humano detrás del instrumento. La voz se rompe, el ampli cruje y el sentimiento se come a la producción. Pero da igual, porque así es… Su música está hecha de instantes que sucedieron, son parte de la vida real y no de un mundo de perfección escenificada. Cuando un artista está tan seguro de lo que crea, la edición no tiene sentido.

En casi 50 años de carrera y 34 álbumes de estudio, Neil Young tiene una sola canción que ha llegado a número uno de las listas de popularidad. Las Spice Girls tuvieron nueve en cuatro años. Un minuto de silencio. O mejor démosle play a “Don’t Let It Bring You Down” y demos gracias que el espíritu crudo del rock and roll vive en otra parte, y que existe un cierto canadiense que siempre ha escogido quién ser sin tener que dar explicaciones a nadie.

La independencia en la música no sólo tiene que ver con mercados y formas de distribución, sino con la libertad de sonar a ti mismo y llevar ese sonido tan lejos como quieras. Subirle un poco más al volumen, una raya más al distor, tocar las tres notas extras en el solo que son suficiente para incomodar tantito al oído y retarlo a conocer un lugar nuevo, afuera de lo esperado y establecido. Sin eso, de poco sirve no estar firmado por una disquera y lanzar tu música en Bandcamp. Eso es lo que Neil Young le dejó a todas las bandas que vinieron después de él.

Si echan un vistazo a los principales grupos que empezaron las corrientes del indie y el rock alternativo durante los ochenta —Sonic Youth, R.E.M, Pixies, Dinosaur Jr., por mencionar algunas— encontrarán que todos mencionan a Neil como influencia y personaje clave en su manera de entender la música. Si se detienen un segundo a pensar en la relevancia de esas bandas y el impacto que luego ellas tuvieron en la siguiente generación, empezando por Nirvana y Pearl Jam, pronto se vuelve obvia la dimensión de todo el asunto.

Young es un gran amigo de Eddie Vedder y fue muy cercano a Kurt Cobain, quien en su carta de suicidio incluyó una frase suya: “It’s better to burn out, than to fade away”. Con mucha razón es llamado el padrino del grunge, pero esa es una etiqueta que lo reduce demasiado. Basta un cambio de guitarra eléctrica a acústica para abrir otro mundo de folk, americana y rock sureño que no podría existir como lo conocemos sin Neil Young. Pensemos en Wilco o en Bright Eyes.

De pronto la lista ya es enorme e incluye a artistas cuyo sonido está a millas de distancia, y aun así le deben más de muchas cosas a Harvest, Freedom o Le Noise. Desde Rage Against The Machine hasta The Shins, pasando por Yeah Yeah Yeahs, Foo Fighters, Blonde Redhead, Sufjan Stevens, Black Keys, Beck, My Morning Jacket, The Vines, Alabama Shakes, Fuck Buttons, Fleet Foxes, Japandroids y todo lo que ha hecho Jack White.

Neil Young parece no tener enemigos. No sólo ha sido una fuente de inspiración para incontables proyectos, sino además un personaje cercano, tan real como el sonido de sus canciones, siempre disponible y abierto a colaborar. Lo mismo comparte escenarios con Sonic Youth que con Dave Matthews, y en cualquier situación su esencia como artista permanece intacta. No le pertenece a nadie, y lo más bonito del asunto es que todos creen que es suyo. Es un viajero que nada entiende de escenas, reglas, ni expectativas.

En 2005, a punto de cumplir 60, lanzó Prairie Wind, un álbum acústico lleno de paisajes campiranos y melodías tranquilas. Todo mundo pensó que con ese disco, Neil Young había decidido calmarse, regresar a las raíces y ponerse en un lugar cómodo. Un año más tarde sacó Living With War, el disco de protesta más relevante de toda la época en que Bush estuvo en el poder, y uno de los más enojados de toda su carrera. Desde entonces ha hecho otros cinco, dos de ellos salieron el año pasado. Es impresionante lo vivo que sigue Neil Young. De todos los artistas de su generación, es –por mucho– el que más relevante permanece activamente hoy en día.