Lo teatral en la música siempre es un arma peligrosa. Lograr incorporar dramatismo casi teatral sin acabar pareciendo un musical de Broadway o una caricatura es una habilidad que pocos músicos tienen. Anna Calvi no sólo tiene esa habilidad, lo domina a la perfección. Ya había demostrado un poco en su álbum debut, pero con su segundo disco One Breath realmente luce su talento para combinar drama, poderosos coros y feroces guitarras.

Las primeras dos canciones “Suddenly” y “Eliza” son intensos temas con coros muy pegajosos que podrían funcionar en muchos niveles, como parte de una puesta en escena, como canción pop y como oscuras baladas. Sin embargo, el verdadero deleite del disco llega cuando Calvi se deja ir con su instrumento favorito: la guitarra. En “Cry” la británica hace honor al nombre de la canción y literalmente logra que su guitarra suene como si estuviera llorando al mismo tiempo que su potente voz exclama el coro de la canción. La poderosa guitarra vuelve a ser el centro de atención en “Love of My Life” una de las últimas canciones del álbum que replica la furia que alguna vez tuvo PJ Harvey en sus días de Rid of Me.

Los que hayan escuchado su álbum original notarán una gran diferencia, Calvi se ha adentrado en terrenos más oscuros. “Sing to Me” es una balada atormentada que podría formar parte del soundtrack de películas épicas à la Señor de los Anillos. “Tristan”, suena como el tema principal de una ceremonia, con coros celestiales y tambores tribales, mientras que la canción que da nombre al disco tiene un cierre instrumental repleto de arreglos de cuerdas que bien podrían ser una pieza clásica.

Calvi ya había logrado separarse del montón con su álbum debut, pero con este nuevo disco demuestra una seguridad que no se había visto antes. Aquí ya se siente cómoda con su propio sonido, deja que la guitarra y su voz sean los protagonistas en un disco llenos de paisajes oscuros, un poco de experimentación y sonidos dramáticos. El disco es ambicioso, muy teatral y oscuro, una combinación que normalmente daría resultados ridículos, pero Calvi logra combinarlos con una grandeza que muchos envidiarían.