Play. “Loud Like Love” abre con un riff sencillo en la guitarra, de esos que atrapan fácil, bastan ocho notas para saber que es Placebo. Entran la batería y el bajo enormes y todo suena bien. La voz de Brian Molko llega para confirmar que cada sonido está en su lugar. Tiene todos los elementos para ser uno de sus clásicos sencillos pegajosos, duros y llenos de energía, pero es un inicio engañoso. Lo que sigue -más allá de parecerse a algo que un día fue hermoso- no llega a ningún lugar nuevo, ni se diga emocionante.

Cuando vuelves a escuchar la primera canción después de varias vueltas por el disco, te das cuenta de que todas las señales de la tragedia venían ahí mismo. Brian Molko y Stefan Olsdal están atrapados en un círculo vicioso de composición en el que no hacen más que buscar hooks instrumentales que suenen a Placebo e imágenes líricas que puedan parecer provocativas y medianamente profundas. “Loud Like Love” es el ejemplo perfecto porque viene desde el título del álbum, pero entre menciones gratuitas de esvásticas, heroína, y bancos nacionales alrededor del mundo, está lejos de ser el más penoso.

Recuerdo una época en la que Brian Molko decía cosas que nadie tocaba, y las decía en una voz única, no porque cantara raro, sino porque esa era la voz que necesitaba para transmitir la emoción cruda de cada canción en la que no había palabras innecesarias. Cierto, siempre fueron letras en el borde de lo forzado e incómodo, pero todas estaban ahí para producir un sentimiento específico que buscaba. Era justo en esos momentos sexuales, mandados, autoconscientes y sufridos que me daba en la madre, que me arrojaba a lugares oscuros y extraños sin que yo pudiera explicar por qué diablos eran tan bonitos. Antes funcionaban porque eran arriesgados y honestos. La triste realidad hoy, es que el intento de esos momentos es su zona de confort, vacía de significado.

Es difícil rescatar los aspectos positivos del disco porque no estamos hablando de una banda que se puede salir con la suya simplemente con una producción de primera, que obviamente la tiene. Tampoco es ninguna noticia que saben tocar muy bien sus instrumentos, y de poco sirve si no lleva a música convincente. El intro de “Exit Wounds” tiene unas percusiones electrónicas combinadas con una guitarra suave y pausada que dejan claro que si la banda se retara un poco más, aún podría lograr cosas brillantes.

Al final, todo se reduce a que Placebo ha dejado de ser interesante. Parece casado con fórmulas, con temas reciclados, y la imagen de lo que se supone que se trata su banda. Se les ha olvidado evolucionar, y piensan que para hacer un álbum actual basta escribir una canción sobre redes sociales. A Molko le ha llovido por la primera frase de “Too Many Friends”, la cual dice: “my computer thinks I’m gay”. A mi me parece que esa es una de las mejores líneas de Loud Like Love. No se refiere a la computadora como objeto animado, ni como metáfora, sino a que de pronto la publicidad online “hecha a la medida” dejó de tratarlo como heterosexual y le empezó a mostrar anuncios dirigidos a un hombre homosexual.

Esos son el tipo de momentos arriesgados e incómodos que debería de ser seguir buscando, y que dicen mucho más debajo de la superficie. El problema es que el intento de abordar un tema que podría resultar en una crítica devastadora tipo “Blue American” termina en frases ridículas sobre la gente que pasa mucho tiempo viendo la pantalla de su teléfono, como si eso fuera un gran descubrimiento, como si dijera algo nuevo.

A través del disco, hay varios momentos que transmiten el sentimiento de una relación terminando, de amor que fue trascendente pero que acabó con mal sabor de boca. En varios de ellos no pude evitar pensar que las palabras se ajustaban perfecto a mi relación con Placebo. Sería apropiado y poético, si tan sólo sucediera en canciones que le hicieran justicia a los hoyos negros, llenos de lluvia y belleza distorsionada que son Without You, I’m Nothing, Black Market Music y Meds. Si tan sólo se acercara a ese rock puro, sin roll, sentimental, cínico y con las luces apagadas. Si tan solo escucharlas no se sintiera como pasar de largo al amigo al que dejaste de saludar cada vez que lo cruzas en el pasillo.