24 años y 11 LPs de estudio tuvieron que pasar para que Dream Theater llegara a su primer álbum homónimo, en una etapa en la que todavía se prueban a sí mismos, a los nuevos y viejos fans, y a aquellos que ya dejaron de serlo. Dream Theater es el segundo disco del grupo con esta alineación que contempla a Mike Mangini como baterista, que de momento, es inamovible en la banda. Su debut en A Dramatic Turn of Events (2011), lo vio con una buena ejecución pero sin participar en la composición.

El material parece todo lo contrario a su antecesor; ya no están tras la figura de su ex baterista. Este LP representa la faceta post Mike Portnoy y un nuevo inicio; de ahí que el disco se titule así.

De entrada, el sonido de todo el álbum es muy melódico y recuerda a sus primeras entregas como el clásico Images and Words, y a ligeras pinceladas de Awake. A ello hay que sumar otros toques de producciones como Six Degrees of Inner Turbulence. Los pasajes más pesados a la Train of Thought parecen haberse ido con Portnoy.

La mezcla es otro enfoque que se agradece. En A Dramatic Turn of Events, Mangini corrió con la mala suerte de ser el “nuevo”. La batería sonó baja y sin poder. En Dream Theater es al revés: es alta, impone. Lo negativo es el sonido de la tarola, o mejor dicho, un sample de tarola.

El álbum también congrega el regreso de dos rasgos característicos de Dream Theater: dos tracks instrumentales (la cinematográfica “False Awakening Suite”, y la decidida “Enigma Machine”), las primeras de este estilo desde 2003; y segundo, una composición de dimensiones épicas y orquestal de poco más de 22 minutos (“Illumination Theory”), que no había desde “The Count of Tuscany” (2009). Precisamente es la canción el pretexto para una sección de instrumentos de cuerda con valores preciosistas, y con ataques de guitarras pesadas e intromisiones progresivas que los más sedientos por estos episodios, alabarán. Algo que no se percibía desde hacía varias producciones, es el perfil suave y amigable como en “The Looking Glass”, un corte con una guitarra ochentera a la Rush que se pega a la cabeza.

Dos baladas también son parte de este LP: “The Bigger Picture”, una de las más flojas de todo el disco; y “Along for the Ride”. La primera tiene su atractivo, pero no asemeja a grandes canciones de la propia banda como “Another Day” o “Hollow Years”. La segunda posee cierta potencia en las guitarras que la convierte más en una power ballad, que tiene un vibrante solo de teclado de Jordan Rudess.

“The Enemy Inside” fue el primer sencillo y la más pesada de todo el CD. No es una fiel representación de lo que es el álbum en general, pero es la fusión de su contorno melodioso y agresivo.

“Behind the Veil” y “Surrender to Reason”, son canciones a medio tiempo en las que hacen ver a Dream Theater como un grupo de progresivo 100%, dejando el metal para otra ocasión. A excepción de “Illumination Theory”, ningún tema rebasa los ocho minutos, que para los estándares de la banda, son canciones cortas y es algo que ratifica por hacer una escucha afable.

La voz de James Labrie se mantiene en la misma línea de siempre, pero como dijimos, captura ese espíritu melódico de los primeros CDs de Dream Theater. John Myung (bajo) es otro que agradece la mezcla. En discos pasados y recientes, aunque su participación siempre había estado ahí, era poco perceptible en el sonido. Aquí la cosa cambia.

Rudess, siempre protagonista, esta vez pasa a segundo plano. En ADTOE su estampa preponderó en gran parte del disco. En Dream Theater su figura es más discreta pero sustenta arreglos detonantes para cada tema. Las estrellitas van para John Petrucci y Mangini. Petrucci se eleva siempre con solos veloces y su rectificación virtuosa, y riffs más accesibles, lo cual se explaya a todo el material.

Mangini, esta vez con presencia al momento de componer el disco, destaca en su ejecución con redobles imposibles y detalles de doble bombo que pocas veces o nunca, vivimos en la etapa con Mike Portnoy.

Dream Theater es una buena entrega de rock progresivo, y que se puede disfrutar y apreciar a la primera escucha. En el papel no es tan técnico como Systematic Chaos; es uno de los LPs más “comerciales” de su carrera, pero hecho de manera honesta y sin influencia de la disquera, como fue el caso en 1997 con Falling Into Infinity.