Cuando una banda llega al mundo con una canción tan poderosa como “Time to Pretend” es muy fácil que deje huella en una generación, pero también es muy fácil que su paso relevante sea fugaz. A cinco años de haber lanzado su aclamado álbum debut (Oracular Spectacular), MGMT llegan con una tercera placa discográfica con la cual planean refinar su identidad, así como buscar la solidez de su sonido en un contexto musical bastante diverso.

Desde su pista número uno, titulada “Alien Days”, MGMT (el álbum) arranca con un paso firme y el lienzo que representa el disco comienza a ser pintado con colores mágicos; su atmósfera psicodélica se siente predecible, pero continúa siendo reconfortante, e incluso contiene una pequeña dosis de entusiasmo. Es claro que Benjamin Goldwasser y Andrew VanWyngarden tienen bien definida su identidad como banda; tienen claramente marcada la fórmula bajo la cual se rigen para hacer música.

Desde sus primeros sonidos, MGMT no se trata de un disco que coloca a la banda en un mismo nivel creativo que en su primer álbum, y mucho menos que su segunda producción (Congratulations de 2010), la cual distó mucho del éxito que muchos esperaron. Hoy, MGMT pasan por una evolución que se puede notar en canciones como “Mystery Disease”, pista tres del álbum. Es sólida e inclusive sirve como escaparate hacia un lugar donde la banda luce cómoda bajo la atmósfera de la improvisación.

Después, llega un momento más hilarante en el disco. Es momento para MGMT de inyectar algo de alegría al álbum, y este instante llega con “Your Life Is A Lie”. En esta canción, Ben y Andy hacen una sana burla de las rutinas que vivimos día a día; en el trabajo, con la novia, el novio, con la familia, al despertar y al dormir, todo es una mentira, o al menos un escenario ficticio para vivir y convivir con millones de farsas.

La segunda mitad del álbum llega con “A Good Sadness”, tema donde la psicodelia domina más que en la primera parte del disco, con una voz que se diluye entre sonidos disruptivos y una tensión por parte de una base electrónica que se mantiene de principio a fin. La misma textura continúa con “Astro-Mancy”, y es en este momento cuando MGMT ingresan a un estado de trance casi durante el resto del álbum, con excepción de la última canción “An Orphane of Fortune”, con un inicio de colores campiranos, pero que se transforma en un tema con una batería de notable furia y una atmósfera más siniestra que fantástica.

Con la llegada de su tercer álbum de estudio, MGMT han dejado atrás los himnos generacionales y han abandonado los temas que antes hacían de forma espontánea, como si fuera magia. En su lugar, la banda ha optado por consolidarse en terrenos previamente explorados por bandas como The Flaming Lips. MGMT, el álbum, es una pieza con identidad, color y una grandiosa producción, pero con la falta de uno de los ingredientes cruciales, el cual corresponde al asombro, mismo que pudo ser logrado con sonidos más arriesgados e intrépidos.