Meses antes de la salida del Tarot Sport, leí una breve reseña del video de “Bright Tomorrow” (segundo sencillo del álbum debut de Fuck Buttons), que se quedó tatuada en mi mente. Un pequeño comentario de no más de dos oraciones que se burlaba de los creyentes, afirmando que era cuestión de tiempo para que ese tipo de música nos causara pena y asco. Dos años después, “Olympians” y “Surf Solar”, ambos himnos de Tarot Sport, musicalizaron dos momentos memorables de la apertura de los juegos olímpicos de Londres 2012.

Cuatro años después de su última producción, y ahora sin Andrew Weatheral – productor de Tarot Sport y de Screamadelica de Primal Scream– como sostén de credibilidad, llega Slow Focus. Siete canciones en forma de un monolito que fácilmente contenderá por ser lo mejor que escuchemos en este excelente año musical.

El LP empieza con “Brainfreeze”, un relajante muscular que hace que tu cerebro se contraiga y expanda a placer durante poco más de ocho minutos; una canción que es capaz de llevarte de lo sublime a lo terrorífico en cuestión de segundos. Le sigue “Year of the Dog”, un experimento que nos remite al tratamiento musical característico de la banda Emeralds, con un pequeño toque del más glorioso kraut de bandas como Neu!. Sin descanso alguno, revienta el beat de “The Red Wing”, canción que va contra todo canon impuesto por los Fuck Buttons hasta el momento, dejando que sea el beat quien forje la base del track, para después dar espacio a los miles de botones y sampleos que utilizan como instrumentos. Es una canción que fácilmente podría musicalizar la casa del terror de Mad Lib.

Sin demeritar a “Sentinents” y “Prince’s Prize”, ambas grandes canciones, lo mejor del álbum está en los 20 minutos finales. “Stalker”, la antesala a un hermoso final, podría ser un lado B del soundtrack de Suspiria, la película de Dario Argento: Suspenso, misterio y terror, encapsulado en un comprimido de 10:10 miligramos. Por último está “Hidden XS”, un épico final a una obra de arte, donde beats de hip hop acompañan a un arreglo sonoro para derramar lágrima.

Los Fuck Buttons hicieron un disco que si bien no es perfecto, es el punto más alto de su carrera. Un álbum pop (para sus estándares) que los elevará a la grandeza que merecen, ampliando su fanbase y llevándolos a cerrar festivales de talla mediana en todo el mundo. En verdad, dudo que este año exista otro disco tan perfectamente labrado como este. Así que no luchen más, regocíjense y crean en el evangelio del dúo de Bristol.