Cuando Crystal Fighters debutaron Star of Love en 2010, tuvieron alto impacto ante los medios europeos. Ofrecían una fusión ideal, un origen exótico para los anglosajones y un lenguaje natural para ese público; música para la pista de baile. Su debut fue una prueba superada. Tras lanzarse a una extensa gira, el grupo decidió emprender un retiro espiritual, un viaje para encontrarse con lo más oscuro de las tradiciones de la cultura vasca; desde las pinturas rupestres, hasta los sonidos que dieron forma a su cultura. Cave Rave, su segunda placa, es el rescate de un pasado ancestral para tratar de encontrar el significado de la vida, otras dimensiones y otros misterios del universo a través de la música.

Para este disco, Crystal Fighters se quedaron en el viaje. Tanta meditación sobre la naturaleza humana, la existencia de otras dimensiones y la posibilidad de que todos estemos conectados telepaticamente, los dejó inmersos en esos cuestionamientos. La primera evidencia es la portada del álbum, diseñada por Paul Laffoley, un artista visual que ha enfocado su trabajo a llevar estudios metafísicos al arte. Los elementos que aparecen en la portada no son simples adornos, los integrantes de la banda han dado un significado especial a cada uno de ellos, la esfera de colores representa una supuesta sexta dimension llamada el átomo de la consciencia, por dar un ejemplo. Y esto permea en todas las letras del disco.

El foco de Crystal Fighters al hacer este álbum fueron las letras, los tracks están diseñados para meter la mayor cantidad de versos posibles sin perder el contagioso ritmo de cada uno. Las letras hablan de sentimientos ingenuos y universales como el amor a niveles exagerados, un mundo donde solo existen dos personas como “You & I”. Conforme avanza el álbum, las temáticas se hacen más complejas, hasta que en “Are We One” exponen sus teorías sobre cómo todos los seres humanos vivimos conectados y otras ideas de hippie amante del new age.

“Separator” es el corte con más brillo en Cave Rave. Por unos minutos, abandonan los sonidos del país vasco y ponen la mira en el último gran género musical hecho en México: tribal. Mientras indagan en la posibilidad de separar cuerpo y mente para alcanzar otro plano astral, imprimen un toque de celebración rústica, casi primitiva a lo más avanzado de su folktronica. Es la primera canción que toma al tribal y hace un cruce que vaya más allá del pop o la grupera.

El gran problema de Cave Rave es que después de escuchar tantos sencillos impecables al hilo, termina sin fuerza; el lado ingenuo de la banda le ganó a sus ambiciones multidimensionales. Crystal Fighters hicieron un álbum festivo para una fiesta que nunca estalla; se quedaron en el preámbulo al éxtasis. En su búsqueda para saber qué hay más allá de lo que nuestros sentidos dejan conocer se quedaron con más dudas que respuestas. Habrá que ver si logran completar su gran ritual en sus presentaciones en vivo o hasta su próximo disco.