Cuando una banda lanza un álbum homónimo con una carrera avanzada, significa que algo cambió, que necesitan presentarse al mundo como algo nuevo; Paramore se vieron obligados a hacerlo. La banda explotó cuando sus integrantes eran adolescentes despreocupados, al igual que la mayoría de su fans, pero esos días han quedado atrás. Y en ese pasado también se quedaron dos integrantes que funcionaban como núcleo creativo para la banda. Para su cuarto álbum de estudio, Paramore se presenta como un trío, atrapados entre los días en los que se sentían dueños del mundo y el apetito voraz del mundo real.

En 2010, los hermanos Josh y Zac Farro abandonaron el proyecto argumentando que era un producto manufacturado en el que Hayley Williams es la protagonista y el resto de la banda vive bajo la sombra de su sueño. Cierto o no, Williams, Jeremy Davis y Taylor York decidieron continuar. Los Farro eran el núcleo de composición más importante de la banda, para este disco Paramore son los mismos en espíritu, pero con otras historias que mostrar.

Para contar estas historias también necesitaron encontrar un nuevo sonido y en su productor, Justin Meldal-Johnsen, encontraron su mejor aliado. Entre sus roles como bajista y productor, Meldal-Johnsen ha trabajado con mujeres íconicas del rock como Shirley Manson (Garbage) y Courtney Love, quienes desde frentes diferentes son moldes y antecedentes directos de la figura de Hayley Williams. Además de trabajar con actos que se han caracterizado por transformar su sonido de manera constante, entre los que destacan Beck, Nine Inch Nails y M83. Conoce a la perfección el modelo de bandas como Paramore y al mismo tiempo sabe cómo explotar estos modelos para tomar lo mejor de ellos y hacer que se escuchen como algo nuevo, inesperado y emocionante.

El resultado de estos cambios es contundente, Paramore es el álbum más largo de la banda y en el que muestran el espectro musical más amplio en su carrera. Las letras del álbum llevan al mismo lugar, ese momento en tu vida en el que despiertas y te das cuenta que tienes que pagar impuestos, olvidaste el corte de tu tarjeta de crédito, vas tarde a un trabajo que no te gusta, cuando ayer la preocupación más grande en tu vida era reprobar una materia en la escuela. Este mensaje llega como golpe directo con “Grow Up” y “Ain’t It Fun”, canciones que hablan de lo difícil que es aceptar que ya eres adulto y lo difícil que es llevar esa transición en tu vida.

Para los seguidores de Paramore, la banda tiene varios sencillos que muestran la energía que destacó las producciones anteriores del grupo. “Fast In My Car”, track que abre el disco, es un escape furioso de la realidad, la ilusión de que pisar el acelerador a fondo puede alejarnos de cualquier problema. “Ain’t It Fun” es un alivio a los problemas cotidianos del adulto joven, el equivalente sonoro al sentimiento que provoca tener que pagar tus deudas, no tienes un peso, pero en el fondo sabes que todo va a estar bien.

También hay varias power ballads que son reflejo de la madurez de la banda, canciones tranquilas, donde llegan incluir hasta un ukelele, para hablar de los sentimientos más íntimos de Hayley. Canciones como “Hate to See Your Heart Break” y “Moving On” son más cercanas a lo que hace Best Coast, que lo que creíamos era Paramore; no es casualidad que Hayley Williams y Bethany Cosentino sean buenas amigas.

En algunos interludios y canciones como “Future”, el trabajo con el productor Justin Meldal-Johnsen da frutos. Piezas instrumentales, muchos sintetizadores y un desahogo estrictamente musical que nunca habíamos escuchado en el grupo. En esta nueva etapa, Paramore insinúa que en su nueva vida tiene mucho más que ofrecer que ese pop-punk que los llevó a la fama.

Paramore no solo sobrevivió a la camada de bandas contemporáneas, como My Chemical Romance y Fall Out Boy, que si bien no hacían lo mismo, eran agrupadas en un mismo cajón, sino que también supieron deslindarse de esa etapa de sus vidas. Supieron crecer a la par de sus fans y mantenerse como una banda estandarte para toda una generación.