Texto: Carlos López (@carontec)

El cuarto disco de la banda de Leicester acaba de ver la luz y sólo ha generado una cosa: polémica. Sin embargo, algo se puede sacar en medio de las voces que se levantan a favor o en contra de Velociraptor! (Columbia, 2011) más allá de la dicotomía entre el bien y mal. Después de dos años, Kasabian ha entregado un LP mucho más naif de lo que Switchblade Smiles, el primer sencillo del disco,  dejaba ver inicialmente. Detrás de la base electrónica y luego de escuchar a Tom Meighan preguntarnos una y otra vez: “can you feel it comming?” con ese desenlace tan raro de la canción (un sonido amorfo y sin identidad que precede al fade out), cualquier persona habría esperado que  el resto del disco estaría demasiado cerca de la frontera hip hop y que el resultado fuera mucho más violento, contundente. Pero no es así.

Quizá sea posible agrupar algunos cortes en ciertos espacios genéricos, no sin antes correr el riego de describir las características en común que comparten, por ejemplo, “Lets Roll Like We Used To” con “Goodbye Kiss”, aparte de una sección de cuerdas que satura el ya de por sí saturado sonido de ambas canciones; o bien, aceptar que Velociraptor! es un artefacto sonoro en el que se han puesto demasiados elementos en juego, utilizando un criterio aparentemente aleatorio que a primera vista deja varios cabos sueltos (la inclusión de un par de motivos orientales que se pierden en el enorme despliegue de recursos para hacer cantar a un estadio, por sólo mencionar el más evidente), y la sensación de que en cualquier momento el disco entero y quien lo escucha van a caer juntos en un pozo demasiado profundo para salir fácilmente de ahí.

Pero el verdadero sentido de Velociraptor!, el sitio donde se puede escuchar la totalidad del disco, se encuentra en la última canción: “Neon Noon”. Ahí están sintetizadas la estética vintage de “La Fee Verte” y la emotividad efímera de “I Hear Voices”. Se trata, en pocas palabras, de un espacio neutral en el que cualquiera puede descubrir a Sergio Pizzorno jugando a dibujar el mundo con crayones sobre una pared en blanco mientras un niño le dirige la mano.

De tal manera que el término “paródico”, no polémico, es la palabra que describe mejor el último disco de Kasabian.