Sigo sin estar seguro de qué es lo que me provoca más melancolía al escuchar lo nuevo de O Tortuga; si los viejos recuerdos de hace 5/6 años en espacios chiquitos, cervezas medio calientes y amigos increíbles que coreábamos y bailábamos sus canciones cuando todos apenas íbamos empezando, o el hecho de que a mis 29 años, me doy cuenta de que 5/6 años se me pasaron sin darme cuenta y de repente, todo comienza a mirarse distante y sí, un tanto inalcanzablemente lejano…

¿Cómo fue que O Tortuga se separó? ¿Cómo fue que cambiaron tanto de integrantes?

Estoy seguro que las respuestas a esas preguntas se irán contestando conforme la banda vaya abriéndose más y regresando a los escenarios lentamente.

De momento, lo que sí sabemos es que Christian de Judas El Desgraciado ha tomado el lugar que Benumea y, en su momento Sebas, tuvieron dentro de la banda, para conformar así esta nueva etapa en la que una vez más, Fer, Luis y Osmar, se decidieron a revivir a la O para volver a hacer música.

¿La diferencia?

Por primera vez O Tortuga suena a O Tortuga.

No más parentescos ni similitudes. Aquella banda que por ahí de 2013 y 2014 nos emocionó gracias a que su sonido punk/garage se acercaba mucho al de Los Blenders, hoy toma las riendas de su propio camino creando canciones menos “divertidas” (o así lucen los dos sencillos que recién liberaron), para inyectar una introspección más madura y estructurada en sus líricas.

Y eso no es todo. El sonido, por primera vez, suena increíblemente bien realizado.

O Tortuga ha cambiado con el paso de los años y a nivel producción, siento que eso se nota también.

Bajo la mezcla y máster de Diego Mier de Build A Vista, el proyecto denota unas guitarras más rígidas y de tonalidades un poco más obscuras, que no apelan a la velocidad ni color de lo que hace 6 años nos mostraban en sus primeros trabajos.

“Azul”, a diferencia de “Ferrari”, suena a un enfrentamiento directo con el inevitable sube y baja de la realidad adulta:

Alguna veces las cosas van a estar bien. Algunas veces las cosas van a estar mal. Pero todo va a seguir sin importar qué y ya no se siente tanto ese “miedo”…

Y en general eso es lo que me transmite este bonito regreso; que todo ha cambiado, que la adultez, en muchos sentidos, ha llegado y no por eso hay que sentir precisamente miedo o duda como “Ferrari” (de nuevo) solía expresar en un enfrentamiento directo con el caos y la confusión.

Siento que este es un momento emocionante. La música y los seres humanos detrás de ella están cambiando y dando pasos hacia adelante, en un momento en el que pensábamos que todos estaban enterrados y echados al olvido.

La narrativa de la O, cambió. Las letras ahora tienen un papel muchísimo más importante que antes y “Odio” es una enorme prueba de ello.

¿Puede realmente el arte separarse del ego? ¿Pueden los orgullos y la necesidad de llamar la atención, hacerse a un lado y permitir que la música, lo que provoca y los movimientos que trae consigo sean los actores principales?

Quién sabe. Supongo que mientras estas son preguntas justas, las respuestas apenas se irán contestando conforme vayamos escuchando más de O Tortuga y el impacto que su regreso tiene en un momento tan emocionante para la música independiente mexicana.