Lisa y Naomi lograron que el Plaza Condesa retumbara sobre sus cimientos

El reloj marcaba las 8:30 de la noche y las inmediaciones del recinto lucían ligeramente colmadas, al interior del escenario del Plaza Condesa la colombiana Elsa Carbajal, a quien conocemos por su proyecto Elsa y Elmar, actuaba como si estuviera tocando para miles de personas, pues la tan característica energía y pasión que emana de sus actos en vivo no pasó desapercibido y las personas que ahí nos encontrábamos supimos agradecer cada uno de los temas que con tanto amor nos regaló.

El bello misticismo detrás de Ibeyi

“Me siento un poco mal de la garganta, pero voy a dar lo mejor de mi para que sea ideal” comentó Naomi Diaz antes de subirse al escenario aún cuando las luces permanecían apagadas, y valla que así fue.

No les voy a mentir, antes de ingresar al Plaza yo no sabía absolutamente nada de las hermanas Diaz, pero desde el primer acorde me atrevería a decir que mi corazón se alineó con el suyo, y con el resto de personas que se encontraban ahí, que para ese momento, atestaban todos los rincones del venue.

Su energía, su amor, la complicidad que se percibe entre ellas sobre el escenario, la espiritualidad, parecía que estábamos más bien frente a un ritual ancestral y que la CDMX se había quedado varada en otra dimensión, por lo menos, un par de horas.

Esta canción se la escribí a Naomi, habla sobre el hecho de que me gustaría ser un poco más como ella, una gángster, twerkear como ella” y comenzó a escucharse “I Wanna Be Like You” que viene incluida en su último material discográfico, Ash (2017). 

Para ese entonces el lugar era un hervidero de emoción y felicidad. No miento al decir que hace mucho no veía al Plaza Condesa tan feliz; la gente bailaba, se besaba, y todos nos encontrábamos envueltos en una extraña pero potente atmósfera mística que nos protegía del exterior.

Más tarde, ya en mi casa, descubrí que Naomi y Lisa-Kaindé Diaz son hermanas gemelas, nacidas en París pero con una fuerte descendencia cubana (por parte de su padre) y venezolana (por parte de su madre). El dúo canta en inglés, francés, español y yoruba, un idioma nigeriano hablado en África occidental por sus antepasados antes de ser llevado a Cuba como esclavos en el siglo XVIII.

Su padre fue fue el famoso percusionista cubano, Anga Díaz, quien recibió un Grammy por su trabajo con la banda de jazz latino Irakere y también fue miembro de la mítica Buena Vista Social Club.

La noche avanzaba y parecía que las gemelas tenían un respuesta a todo, pues detrás de cada tema se esconde una inspiración que viene desde lo más profundo de sus corazones como “Mama Says”, tema dedicado a su madre que habla del difícil fallecimiento de su esposo en 2006 y cuyo video oficial logró tocar cada fibra de mi ser, o “No Man Is Big Enough for My Arms” en donde a manera de plegaria se escucha repetidamente “Una sociedad se mide por cómo trata a sus mujeres y niñas” fragmento de un potente discurso recitado por Michelle Obama que resplandece en medio de un presente asquerosamente obscuro en el que miles de niñas y mujeres deben (sobre)vivir todos los días.

Hacía la recta final, la energía de los cuerpos fluía sin dilemas, si ellas pedían que brincáramos, lo hacíamos, si pedían que gritáramos, también lo hacíamos. “México, qué lindos que son, no podíamos irnos sin visitar su río” y el ritual terminaba orando:

“Let me baptize my soul with the help of your waters
Those all means are so ashamed
Let the river take them, river drown them”