bares y antros
Salir de antro es una buena distracción que nos ayuda a relajarnos y hacernos pasar un buen rato después de una semana llena de tarea o frustraciones en la chamba. Claro, no hay nada como quedarte en casa a escuchar una lista de todos los éxitos del momento, pero salir y ver que docenas de personas están disfrutándolo igual que tú es lo que nos motiva a ir. Pero los antros no siempre son tan buenos y nos molestan este tipo de detalles. Son pequeños pero… osh.

¿Conoces los lugares de la CDMX con más actitud para gozar la vida nocturna?

Gastar una millonada. Porque si queremos refrescarnos con una cerveza seguro nos costará más de $100 pesos. Claro, los precios varían dependiendo del lugar, pero dónde está el tope en estas situaciones.

Esperar horas para pasar. Y eso si es que pasas porque luego los cadeneros se ponen más exigentes que una diva. Ponte lo guapo más posible.

Pésimos DJ’s. Ese que “mezcla” en las bodas y ya te sabes el popurri de Vaselina, después canciones de Luis Miguel y al final una canción que te encantaba en la primaria. Como “Puto” de Molotov.

Falta de espacio para bailar, por qué a eso se va a un antro… ¿no?

Gente irritante que se la pasará gritando intentando entablar una conversación.

Paredes escurriendo de tan lleno que está el lugar. De pronto te tocas la frente y estás sudando más que en una carrera de 10 kilómetros.

Exceso de revisión al entrar al antro. Los y las encargados de seguridad terminan por violarte delante de todos.

El piso pegajoso porque al parecer no todas las personas son capaces de tomarle a su bebida y bailar.

Ir al baño. O la fila es larguísima o el retrete está extremadamente sucio.

Todos los que documentan la fiesta en Snapchat o Periscoe. ¿Van a divertirse o van a filmar un documental?

Ir a la barra y que el bartender tarde media hora (literal) en atenderte y otra media hora en servirte.