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Todos hemos estado ahí: después de las fiestas navideñas, de una racha de comer pura porquería o de plano por inspiración divina nos dan ganas de ponernos súper fit. Es entonces que empezamos a recorrer todos los gimnasios de la zona, viendo los planes que nos ofrecen, las instalaciones, las clases grupales, los vestidores… Y eventualmente escogemos uno y pagamos un chorro de lana para poder sudar a gusto con los entrenadores inflados de esteroides y las chicas y chicos sexis que nos rodean.

Sí, Iggy Azalea se operó. ¿Adivinas qué parte del cuerpo?

Vamos el primer día y todo bien; dejamos el pulmón en la caminadora y nos sentimos excelente pero después de la primera semana se nos acaba la inspiración y lo inevitable sucede: dejamos de ir y nuestra carísima membresía se va a la basura. Lo entendemos y lo sufrimos. Es por eso que esta infografía es la respuesta a nuestras plegarias pues nos guía paso a paso para descifrar si lo que necesitamos verdaderamente es unirnos a un gimnasio. Échenle un ojo antes de hacer su siguiente gran decisión, su cartera se los agradecerá.

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Vía SheKnows.