()

Texto: @christianxrojas

La entrada del nuevo milenio aceleró nuestras vidas y todas las ciudades del mundo tuvieron que adaptarse a un ritmo veloz. Los días necesitaban más de 24 horas para poder albergar todas nuestras actividades, muchas innecesarias y socialmente obligatorias. Básicamente, nuestras rutinas. Pero en algún lugar del ártico, justo entre la tierra mística de Groenlandia y el fascinante país de Noruega, cuatro islandeses levantaron la mano con un disco sin título, sin idioma y sin tiempo. Todo el mundo volteó a verlos inmediatamente.

En aquel entonces, el post rock era poco conocido y, sobre todo, poco comprendido. Se sabía sobre la existencia de bandas como Mogwai, Godspeed You! Black Emperor, Explosions in the Sky o Do Make Say Think. Podíamos describir al post rock como un género de canciones largas, misteriosas, oscuras y su sello distintivo era la progresión infinitamente lenta de sus melodías. Con () (Fatcat, 2002), tercer disco de Sigur Rós –lanzado el 28 de octubre del 2002– este género se convirtió en un lenguaje universal. Los islandeses, aunque no reinventaron el género, le dieron completo sentido a su existencia y un lugar en la música. Es un álbum minimalista pero, en el fondo, cobija a un mundo lleno de paisajes celestiales, colores, alegría, sufrimiento a pesar de que sus letras son construídas con un dialecto desconocido por el mundo: Vonlenska o Hopelandic.

El secreto de la buena música es hacerla sin fecha de caducidad y que cada día suene a nueva. Así se escuchan las ocho canciones sin título (aunque sí tienen sus alias) que comprenden este maravilloso álbum que celebra sus primeros 10 años de existencia. Un disco con el magnífico poder de alentar el tiempo y hacernos sentir en las nubes o en medio del océano. Es una producción conceptual, dividida en dos grupos de cuatro canciones y, en medio de éstas, un silencio de 36 segundos que representa la transición del lado A al B en un vinil. Nos da la bienvenida al paraíso con el primer pasaje pero nos hace salir de rodillas por su puerta trasera al terminar el octavo, dejándonos en agonía e incertidumbre. Pocos discos logran lo anterior y el que lo ha escuchado de principio a fin, sabe bien de qué hablo. Hoy, el post rock está de fiesta y la plenitud de la cual goza es gracias a este álbum que le dio identidad y voz.

Sigur Rós – “Untitled No.1”