La trágica muerte de Taylor Hawkins aún se posa como una nube negra sobre el mundo del rock y, el mes pasado, se celebraron dos conciertos para honrar la memoria del baterista de la mejor manera posible: a través de la música en vivo.

Conocido por ser uno de los artistas más entregados sobre el escenario, Hawkins conocía el valor de lo que una actuación en vivo podía hacer por alguien y sobre todo, en un joven talento con miras a convertirse en un rockstar.

Por eso, cuando le preguntaron por EL concierto de su vida, aquel que, quizás, lo convenció de convertirse en un músico de renombre mundial; Hawkins reconoció con entusiasmo que fue uno de Jane’s Addiction.

“Había algo en Jane’s Addiction que era más grande que las cuatro personas de la banda. Yo era del sur, de Laguna, que es básicamente como ser de Cornualles en lugar de Londres, si sabes a qué me refiero; y mis amigos y yo hicimos todo el camino hasta Los Ángeles para verlos”.

Vía Far Out.

No fue sólo el viaje para llegar al espectáculo, sino el grupo de otro mundo que los recibió.

“Jane’s Addiction, en aquella época, eran básicamente unos bichos raros. Nadie tenía rastas, nadie tenía aros en la nariz, en el 87. Perry Farrell era un cantante provocador y loco. Estaba jodidamente loco, y eran una banda increíble”.

“Eran como esta banda de heavy metal de los valles que se metieron de lleno en Siouxsie And The Banshees. Tenías tu pequeña onda marica-gótica y tu musculosa onda heavy metal, combinada con la energía de bandas punk como Black Flag. Fue mi mejor concierto, sin duda”.

Cuando se juntan todos los componentes: hacer autostop con los amigos, una banda nueva e inspiradora, la energía del punk, la escandalosidad del heavy metal y el poder de reunirlo todo, es fácil ver cómo esto se convertiría en el concierto favorito de Hawkins de todos los tiempos.