Los sonidos de las fiestas clandestinas de Medellín no podían quedar escondidos por siempre. Aquella decadencia y perdición que se vive en algunos puntos del centro de la ciudad colombiana se materializa en el nuevo disco homónimo de Sano, una mezcla de oscuridad con destellos de luces neón y sonidos retorcidos que salen del acid house, el techno y alguno que otro arreglo tropical que nos recuerda a Matías Aguayo, la cabeza del sello Cómeme al que pertenece este músico colombiano.

Sintetizadores, suciedad en los bajos y ritmos que nos adentran en el más escondido club nocturno, son los protagonistas de este trabajo. “Boquerón” es un ejemplo de cómo la parte más baja de una noche de drogas se presenta al principio, es uno de los cortes más techno del álbum y la forma en que Sano logra interesarnos en su sonido. La diversidad en los ritmos del músico lo lleva por caminos de baile y diferentes niveles de euforia, desde una canción discreta pero poderosa como “Contoneate”, hasta la cara más funk y galáctica de Colombia en “I Don’t”, también la canción más larga del álbum.

La descripción de canciones como “Me Without You” en la que se hace referencia a un accidente fatal en algún aeropuerto internacional, es la manera en que se desmenuza la intención de Sano y sus ritmos repetitivos llenos de estrés. “Necrophilic Love”, su colaboración con el chileno Diegors, es el ejemplo perfecto de la destrucción y la forma en que los sonidos se escabullen por espacios donde no son bienvenidos.

La música de Sano es simple, con arreglos y sonidos que no se esconden del todo y que buscan hipnotizar al más sobrio. “Paquidermos”, por ejemplo, es una de las melodías más profundas del músico y la que poco a poco nos encamina al final. En colaboración con Los Malos, este trabajo homónimo termina con “Transilvania No Mercy”, una conclusión bastante más tétrica que nos muestra la cara de un colombiano que no busca escapar de la oscuridad y la clandestinidad, sino meternos en ella.