El Velador.
El silencio de un país en guerra.

Texto: Edgar Lazarín (@chicholazarin)

Martín es velador en un panteón de Culiacán, Sinaloa, más que un cementerio parece una unidad habitacional de mausoleos donde descansan decenas de narcotraficantes caídos en la guerra contra el crimen organizado. En este panteón, Martín pasa las noches entre fiestas de narcos que visitan a sus difuntos tirando balazos al aire y escuchando banda. Al amanecer, se retira para volver en la noche a repetir la rutina.

En El Velador, documental de la sinaloense Natalia Almada, el sonido es el hilo conductor, y el silencio es el protagonista de esta narrativa. Esta es otra película que aborda la temática del narcotráfico en nuestro país, pero lo hace desde una perspectiva distinta, la directora propone tomar una pausa de toda la voracidad audiovisual que permea en los noticieros para retratar esta violencia a través de la calma y la rutina en la que parecemos estar sumergidos.

Todos los días los albañiles trabajan en estas tumbas faraónicas que son mandadas a hacer por los narcos para el día en que les toque morir. Pero ninguno de estos albañiles habla o le cuenta a la cámara los detalles de su trabajo, es su cotidianeidad retratada la que explica la situación a la que hemos llegado como sociedad. Una viuda acude todos los días a limpiar la tumba de su difunto esposo como si estuviera haciendo la limpieza de su casa, barre, trapea, sacude los floreros, cambia las veladoras y deja globos del día de San Valentín, en ocasiones sus hijos la acompañan, ella tampoco habla a la cámara nunca, pero como Martín y los albañiles, vive la guerra que le quitó a su esposo con cotidianeidad, ocupa sus días en atender a un muerto que no volverá.

En El Velador no hay escenas de acción, no hay balaceras, no hay narcos llenos de joyas, simplemente hay seres reales que viven una guerra real. A través de los ojos de Martín vemos que esta guerra existe y que ya no tenemos gran reacción a ella, los noticieros que el velador ve todas las noches transmiten más cifras, más violencia y ningún tipo de reflexión. Martín, como nosotros, ya no se detiene a pensar qué está pasando, qué sentimos, qué sienten los familiares de los que mueren, no sé pregunta ¿por qué hay un panteón lleno de tumbas habitadas por narcotraficantes? Y peor aún ¿por qué tiene que ser ese su sustento de vida?

La directora ha decidido narrar esta película a través de un personaje que no habla ni reacciona a la situación que le rodea, que solo contempla y cuida un vecindario de muertos que ya estando muertos tienen una mejor “vida” que los vivos. Los sonidos llevan la narrativa de El Velador, los noticieros, Martín regando la tierra seca que no da ni dará ningún pasto verde, la música de banda a lo lejos, los balazos… y el silencio de Martín, como el silencio de toda la sociedad mexicana que día a día sale a trabajar y ya no se impresiona de la situación y violencia en la que está sumido nuestro país.

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