En 2010, llegó un joven con apenas 22 años de edad a deslumbrarnos con un sonido completamente seductor. James Blake creaba música autónoma e introvertida, pero bastante atractiva, y su nombre se corrió de boca en boca. Tres años después de darse a conocer, Blake nos entrega su segunda producción discográfica titulada Overgrown, la cual representa su propia prueba de fuego, la que le garantizará camino libre hacia el trono, o sólo ser parte de una oleada fugaz de artistas de recámara.

En Overgrown es evidente el talento vocal de James Blake, su voz se muestra más sensible, explora matices nuevos, no se reinventó, sólo perfeccionó su técnica. El disco inicia con una canción lleno de elementos geniales que atrapan enseguida. Se escucha un joven que tuvo la paciencia de encontrar sonidos únicos y los gastó como su primera carta en este juego. El resto del álbum parece prometedor y James Blake se comienza a definir como garantía de la música electrónica contemporánea.

Las canciones avanzan y no hay mucho qué destacar, más que la producción impecable y sus sonidos vanguardistas, pero el James Blake que conocemos por sus juegos y creatividad vocales aparecen hasta la pista cinco, “Retrograde”, el primer sencillo que conocimos de este álbum. Y empezamos a conocer la realidad. En Overgrown, James Blake se concentró en lograr más con la música que con su voz, contrario a lo que llamó la atención con su álbum debut de 2011. Parece que se trata de un equilibrio estratégico. “Ayer les enseñé mi novedosa voz, hoy demostraré mis capacidades como compositor moderno”.

La evolución de James Blake existe en Overgrown. Sus composiciones son más complejas, más profundas. Su voz las adorna sutilmente y llegan piezas suaves como “DLM”, construida sólo con piano y distintas capas vocales. Este es uno de los síntomas de madurez de Blake en su segundo álbum.

La última tercera parte del álbum aborda un estilo minimalista y más complejo en su concepto, que en su ejecución. En la recta final, no queda más que reflexionar sobre la versatilidad de James Blake en su propia cancha. Su talento lo obliga a explorar distintas velocidades, decidir cuantos instrumentos o elementos utilizar en cada canción, pero siempre con el misterio inquietante como común denominador.

A James Blake aún le queda un largo camino por recorrer, si es que quiere mantenerse constantemente vigente. Aún así, su futuro es completamente prometedor. Con su segundo álbum, Overgrown, se notó un paso firme sin prisa. Nuevamente nos encontramos con un joven introvertido determinado a cautivarnos con su gran estilo vocal guíado por el soul y su cálida música electrónica.