The Man-Machine

The Man-Machine

Por: @elbaxter

Mayo de 1978. El mundo vive bajo la amenaza del botón rojo. El Kremlin y el Pentágono, el Sputnik y el Apollo, la CIA y la KGB. En medio, una Alemania dividida por la posguerra. El orden y la voluntad imperan de un lado; del otro, la influencia totalitaria. Kraftwerk (en español, estación de poder) se convierte en la referencia internacional del nuevo sonido germano. Obsesionados con las iteraciones sónicas y las ondas futuristas, han lanzado varios proyectiles a los oídos de un mundo ensimismado en el rock progresivo. Sobrios, automatizados, sintéticos, hablan sobre la realidad del mundo: radiactividad, industria, Europa.

Mayo de 1978, Kraftwerk presenta un disco de ciencia ficción: Die Mensch-Machine, El hombre máquina. Treinta y cinco años después, esta es la historia que arrojan los seis tracks que componen la obra.

Parte 1 (lado A)
Donde la humanidad que vive en el planeta Tierra recibe a una nueva raza, y la historia de su lucha por coexistir en el mismo espacio.

“The Robots”
Una alarma. La sirena que anuncia una invasión. Y de pronto, una marcha. No es la Imperial de John Williams, mucho menos una fúnebre. Es una melodía potente, como si se tratara de un ejército futurista: los robots están aquí. Son automáticos, son artificiales, cantan. “Soy tu esclavo, soy tu trabajador”, esbozan a través de voces autómatas en una kubrickiana amalgama del ruso con inglés. La Guerra Fría ha terminado. Los robots son libres, están aquí para convivir y cambiar el mundo para siempre. Los sonidos son precisos, organizados, evocan escuadrones completos que se mueven al mismo tiempo con una sincronía dictatorial. Es el inicio de una nueva era, y los androides pueden llegar a soñar con borregos eléctricos.

“Spacelab”
Vamos unas cuantas eras atrás. Es el sonido de la carrera espacial, del descubrimiento de nuevos mundos. Esa ilusión humana, escondida detrás de los intereses bélicos de las dos facciones que en ese entonces dominaban al planeta Tierra. Poco sabían que la tecnología y las bases militares en el espacio exterior engendrarían a una nueva raza con la que la humanidad tendrá que convivir. En órbita, en constante construcción, un mundo allá afuera nos vigila.

“Metropolis”
El tema más profundo del primer acto, el más introspectivo. Se escucha la construcción de un nuevo orden. Los sonidos emanan de las palabras e imágenes que invocaron Fritz Lang, Isaac Asimov y Arthur C. Clarke; el futuro nos alcanzó en una nueva metrópolis. Los robots y los seres humanos coexisten. Por supuesto que no es fácil, hay tensión, hay momentos escalofriantes, y es que los robots aprenden rápido, se humanizan y generan inteligencia (artificial). La canción se construye de esa misma forma, desde lo más primigenio, una calculadora de bolsillo, hasta un replicante que puede emular las voces de los seres humanos. En el mundo de lo real y lo ficticio, conviven, se enfrentan y se complementan, en una nueva travesía. La distopía está aquí.

Parte 2 (lado B)
La historia de cómo se logró el contrahecho nacimiento del hombre-maquina.

“The Model”
Años han pasado desde que se erigió la nueva Metrópolis. Ya no hay diferencia entre seres humanos y robots. Ya no hay bloques, no existen las facciones. Un fantasmagórico orden permite la supervivencia de los humanos y la adaptación de las máquinas. Aquí es cuando nos presentan a un robot sofisticado, a uno que sabe cantar, que llega a tener expresiones y emula sentimientos. Y entonces aparece ella: la Eva post-apocalíptica. Bebe champaña y juega. Es hermosa… ¡Claro! ¡Es su trabajo! Y es aquí cuando se encuentran, por primera vez, los engranes humanos y los órganos artificiosos. Una secuencia de charla y seducción en un bar que bien pudo haber imaginado un artista steam-punk. “Quiero verla de nuevo”, dice nuestro protagonista, que desde lo más profundo de su programación, esboza un rayo de humanidad.

“Neon Lights”
Elipsis. Ella y él (eso) sienten fuegos artificiales. Ambos experimentan el sentimiento más hermoso que existe en sus disímiles mundos: el amor. Y es que, al parecer, las mariposas en el estómago también pueden sentirse en un torso de circuitos. Es una noche oscura, iluminada únicamente por fuentes artificiales, altamente luminosas. Atrás quedaron las noches estrelladas, la oscuridad que inspiró a la humanidad para crear un nuevo compañero. Cuando todo está mal y el panorama que nos rodea es poco inspirador, siempre hay un momento, un instante que nos inspira a ver hacia adelante. Esas son las luces, en este caso de neón, que a veces nos convencen de que ese sentimiento llamado amor existe.

“The Man Machine”
El nacimiento de una nueva raza. El hombre máquina. Mitad perfectible, mitad perfección; mitad impulsivo, mitad involuntario: el que escoge basado en algoritmos. La obra llega a su clímax, y nos presentan a esta casta, producida en serie, que marca el inicio de la nueva era, la de la automatización, una nueva civilización cósmica. Podemos ir en paz, el futuro nos ha alcanzado.