Desde la primera vez que escuché el tercer disco de Juan Cirerol, Cachanilla y Flor de Azar, me vino a la mente una muy famosa frase de un comentarista deportivo que me cae muy mal: “La tuvo, era suya, y la dejó ir”.

A finales de 2011, Cirerol editó su segundo material, Haciendo Leña, el cual contó con la producción de Memo Ibarra (integrante de Descartes a Kant) y Carmen Ruíz (integrante de la banda de Natalia Lafourcade y de Torreblanca). Eran 13 canciones perfectamente grabadas, producidas y acomodadas, no sobraba ni faltaba ninguna. En este punto, muchos creímos en Juan y vimos en él algo que muchos actos independientes en México no tienen: pasión, sinceridad y honestidad. Todos los que conocemos a Juan de una u otra manera sabemos que es una bomba de tiempo, sin embargo, después de Haciendo Leña, el músico de Mexicali perdió el camino.

Entre Haciendo Leña y Cachanilla y Flor de Azar, Juan Cirerol se vio rodeado de giras interminables por la República (le abrió algunos shows a León Larregui), un hype inexplicable dentro de una escena que nunca terminó de comprender lo que el norteño ofrecía, varias visitas a Sudamérica, mudanzas de casa, incluso trabajó con el músico y compositor Michael Nyman (El Piano) para el soundtrack de un documental llamado Matria, pero sobre todo, se metió en una cortina de humo de un concepto sumamente traicionero llamado fama.

Esta supuesta posición en la que Cirerol se encontraba lo hizo cambiar de manager algunas veces, mandar a diablo a mucha gente que trabaja con él y hacer las cosas a su modo. Al final, Juan Cirerol es un verdadero punk, no necesita usar estoperoles ni llevar un peino a la mohicana, él canta lo que vive. Lo que él hace siempre ha tenido ese halo despreocupado que en gran parte lo tiene en donde está hoy en día. Su interpretación del DIY se refleja en Canchanilla y Flor de Azar de principio a fin, y desgraciadamente es el elemento que hace que su tercer disco se sienta flojo, que no sorprenda y que no ofrezca nada nuevo.

Las 14 canciones de Cachanilla suenan a lados b de cualquiera de sus discos anteriores. Juan es un gran compositor que en su haber tiene escritas una gran cantidad de canciones, sin embargo, para este álbum parece que agarró todas estas que no entraron en Ofrenda al Mictlán y Haciendo Leña y con eso armó el tracklist de su nuevo disco. Cachanilla y Flor de Azar conserva las composiciones con su toque característico, se agradece que conserve esta sinceridad y “vale madrismo” para hablar de su vida tan abiertamente. Lo mismo escuchamos letras de amor (“Hablando de Daisy”) que experiencias sobre drogas (“El regalo más bonito”), sin embargo, aquí faltan canciones memorables como “Eres tan cruel” o “Crema Dulce”, faltan esas grandes canciones que todos cantaremos en sus shows. La gran falla de Cachanilla es su falta de innovación y de guía. La producción se escucha plana y amateur, como si fuera su primer disco, lo cual, lejos de ser un regreso a las raíces, parece un retroceso en su carrera. Este era el disco en el que Juan Cirerol tenía que grabar todas sus canciones con una banda de norteño, con acordeón, tuba, trombón, percusiones, al más puro estilo de la música de Juan.

El hecho de que no sorprenda no quiere decir que sea un mal disco. Las letras siguen siendo el diario de Juan Cirerol, la guitarra y sus acordes siguen filosos y despreocupados. Sin embargo, el gran talento que tiene Juan como músico y compositor necesitaba dar un paso arriba. Ya nos demostró con dos discos que sabe escribir canciones, ahora es tiempo que nos demuestre que puede hacer algo más. Cirerol es tan punk que no permite que nadie le diga qué hacer, y es ahí donde Chachanilla y Flor de Azar flaquea, se nota la falta de un guía, un productor que pudiera sacarle mucho más brillo a las canciones y llevarlas por una mejor dirección. Cirerol es tan punk que el disco está en descarga gratuita desde su página oficial. Cirerol es tan punk que es una bomba de tiempo, es un tipo despreocupado y divertido que sigue pasándola bien cuando toca pero tiene a todas las personas a su alrededor con una eterna incertidumbre. Cirerol está en un lugar cómodo del cual necesita moverse para poder brillar y demostrarnos a todos que ese hype y esa “fama” están justificadas. Cirerol tiene todo para triunfar a lo grande, tocar en palenques (como él mismo me contó alguna vez), tener una banda que lo acompañe y dar shows de dos horas, sin embargo, eso no pasará hasta que se mueva de su zona de confort. Si Chachanilla hubiera salido el año pasado, la historia sería diferente, sin embargo el tiempo que pasó entre Haciendo Leña y este disco le quitaron vigencia y frescura.

No todo está perdido, la carrera de Juan es muy prometedora, aunque es un personaje tan colérico que quizá mañana despierta y decide que dejará de hacer esto y se hará compositor para artistas pop. Nadie sabe, ni él mismo, lo cierto es que se agradecen personajes tan honestos en un mundo lleno de hipocresía.