Jorge Drexler no sabe bailar. Nunca le enseñaron. La diversión no era bien vista durante la dictadura uruguaya, por lo que los pasos de baile nunca estuvieron en la lista de aptitudes por adquirir. Aprendió a hacer música, eso sí; a pensar, a pensar sobre pensar y a escribir sobre ello. A ser curioso. Y lo que no aprendió en su natal Uruguay, lo ha ido aprendiendo de a poco. Hoy, a sus casi 50 años, tiene una sed desértica de aprendizaje. Bailar en la cueva es el disco en donde Drexler sacia su curiosidad por el baile, un ejercicio personal que le significó dar un volantazo a su manera de pensar, crear y ejecutar.

¿Quién se pone a filosofar sobre el baile, un ritual con el que venimos desde la infancia, a medio siglo de haber nacido? “El disco es una manera de solventar una carencia. Tengo muchas fotos en fiestas y bodas así, sentado en un costado, mirando a la gente bailar. Por suerte, después, y lo reclamo para mí, doy un paso: me expongo. Un problema es una traba, una cosa maravillosa, es una oportunidad para destrabar algo. Este disco es identificar una traba en mi relación con el movimiento físico e ir por él. Eso para mí es crecer como persona, eso para mí es oír el clac con que se rompen los cerrojos, como dice la primera canción, pero para lo cual debes dejarlo de juzgar”.

Destrabar las ideas, los prejuicios, los huesos, y bailar. Bailar, bailar, bailar. La carencia quedó solventada en 11 canciones de vestido nuevo pero de alma drexleriana. Una colección de temas que fue pensada desde los pies y no desde la cabeza, hecho que hizo a Drexler cambiar la estrategia a la hora de componer. “No es lo mismo escribir una canción rítmica que escribir una canción pensada en mover. He aprendido que no hace falta decirlo todo para decir más. Tuve que dejar parte de las letras fuera y tuve que dejar parte de los acordes fuera. Y cuidado, porque mucha gente igual empezará a pensar ‘ah, bueno, en este disco las letras son un poquito más flojas’. Me ha dado mucho más trabajo escribir las letras con síntesis que soltando todo lo que uno quiere. Ha sido un ejercicio literario muy intenso la concreción y la síntesis”.

A la distancia, es natural que el compositor uruguayo presentara este disco tras haber trabajado en N, una “aplicanción”, como él la llama, una aplicación móvil en donde Drexler ofrece la materia prima –letras y música– para que el usuario complete la obra a su disposición.

“Me dejó cansado. Muy orgulloso y cansado de la aproximación intelectual y matemática. Yo estoy acostumbrado a la velocidad: escribo un tuit en el camerino, salgo y lo canto esa tarde. Me gusta mucho la inmediatez. Soy muy ansioso y estoy acostumbrado a la canción, que es un género muy inmediato que te permite escuchar un problema esa tarde, escribir la canción y cantarla de noche.  ‘N’ Se parecía más a hacer una película: tener una idea, diagramarla, presentarla a diferentes agentes, gente que lo va a financiar, programadores informáticos, diseñadores gráficos, músicos, arreglistas; trabajar a lo largo de mucho tiempo, modificarlo de a poquito, pensar mucho… Yo ya estaba agotado al final, porque era mucho el esfuerzo intelectual. Entonces de ahí viene este disco, que se hizo rápido, de manera inmediata y desde el disfrute físico de la música”.

Bailar en la cueva es un viaje a un pasado bien presente en Drexler. Sí, habla del baile, de la idea de dejar de juzgar para liberar el cuerpo y disfrutar este arte que es más viejo que la agricultura. Pero también habla de su familia, de sus raíces y del continente que lo vio nacer. Y fue un buen momento para hablar de todo esto, pues la situación económica en España, su país de residencia, ha afectado también a la música .

“En España lo que está pasando es que el rol del músico está teniendo muy poca consideración por parte de las instituciones. Todo el sector cultural está siendo bastante maltratado por el gobierno. Es muy triste que haya una gala del cine de España y que no vaya el Ministro de Cultura, que no haya ni una sola autoridad de gobierno en Algeciras en el entierro del músico más importante que ha dado el país en su historia, Paco de Lucía. Entonces ese tipo de detalles son muy tristes para el que se dedica a la música y nos apena mucho. Yo hago un llamado al gobierno a que se acerque a la música, los músicos no mordemos. La música no tiene un signo político, es de todos, es de todo el mundo, no es de derecha ni de izquierda. La música es un matrimonio de una especie, no de una corriente política”.

FotoxDaniel Patlán

Con Drexler algunos conceptos caducan. “Los músicos no bailamos”, cantaba hace una década. Hoy invita a hacerlo y a disfrutarlo. Quién sabe si después de Bailar en la cueva se convierta en un bailarín ejemplar, aunque lo que es seguro es que ya está atacando el problema. “Ahora me lo estoy trabajando”, afirma tranquilo, e invita a todo el que no baile a hacerlo, a destrabarse.