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A estas alturas, a menos de que vivas debajo de una piedra, ya sabes todo acerca de las fotos de celebridades desnudas que han circulado en la web desde el pasado domingo, también –si tienes sangre en las venas– lo más probable es que ya las hayas visto.

La gente ha querido ver a celebridades desnudas desde que existen las cámaras y las celebridades, y en años recientes el negocio de vender la privacidad de los famosos, ya sea por dinero o clicks, se ha convertido en una práctica común que todos en cierta medida aceptamos, practicamos o consumimos.

Sin embargo, con esta nueva tanda de fotos, el público, medios y sociedad en general, han reaccionado de manera un tanto distinta. Sí, todos los medios las publicaron (o contemplarlo hacerlo, y sí, nosotros también lo pensamos) y todos le dieron click, pero una vez que la nube del morbo comenzó a disiparse, era momento de que nos detuviésemos un segundo, al hacerlo comenzamos a pensar en todas las implicaciones de vivir y construir una sociedad donde un acto criminal (robar fotos no es distinto, mejor o peor que robar cualquier otra cosa) es aceptado como una consecuencia natural (“si no querían que el mundo viera las fotos no se las hubieran tomado”) o visto como un fenómeno cultural de consumo, equiparable con el lanzamiento de un video, canción o disco.

Mientras  el FBI anuncia que han comenzado a buscar al hacker responsable de robar este contenido, Reddit y 4-chan (foros masivos de comentarios y contenidos) esperan ansiosos los prometidos videos y fotos faltantes. A su vez, varios medios han eliminado las fotos de sus servidores, e incluso algunos, como Perez Hilton y Sopitas, se han disculpado por publicarlas. Parece que por primera vez en esta clase de escándalos, la sociedad está dispuesta a compartir la responsabilidad, incluso si al hacerlo contradice su propia esencia; las actrices afectadas por este incidente son vistas como víctimas, mas no como perpetradoras, y el famoso argumento de “ellas se lo buscaron” no parece tan constante y fuerte como en ocasiones anteriores.

La gente se ha sensibilizado al hecho de que estas fotos no son parte del dominio público, que son propiedad privada. Es aquí donde queremos detenernos por un segundo, en la privacidad, eso que vendemos y sobajamos con cada “Acepto” que damos en internet, con cada foto que publicamos en Facebook y cada tuit que escribimos. La privacidad, el último gran mito del siglo XXI ha caído frente a nuestros ojos y no hay nada que podamos hacer, excepto –claro– dejar de fingir que la tenemos. 

Este tema es abordado en el documental del 2013, Terms And Conditions May Apply.

Hace muchos años el New Yorker publicó una caricatura que retrataba a un perro chateando, abajo del dibujo se leía la siguiente leyenda: “En internet nadie sabe que eres un perro”. Esto tendrá 10 años, ahora no sólo sabemos que es un perro, sino también su raza, edad y hasta tenemos fotos de él desnudo. Internet pasó de ser un lugar oscuro y tenebroso donde hombres calvos de cuarenta y tantos años fingían ser niñas de 15, a una fortaleza de vigilancia y control donde no se puede dar un paso sin que éste quede registrado para siempre. Con Internet, nosotros también cambiamos, dejamos de tener miedo y dejamos nuestras vidas (o mejor dicho, la documentación de éstas) en manos de corporaciones enormes sin casa o residencia, sin brazos y sin límites.

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También, a medida que el control de la información se hacía más estricto y el sueño de una anarquía informática en la web se desvanecía, un grupo de programadores decidieron crear un hueco entre las sombras y construir, quizá el último espacio privado de internet: la Deep Web. Ahí también podemos ver el riesgo de la privacidad extrema, un lugar donde se venden armas, drogas, órganos y un largo etcétera, bajo la sombra del anonimato, pero eso es tema para otro día.

Entonces, ¿qué podemos llevarnos de este escándalo? La certeza de que todas nuestras vidas son públicas, que la seguridad en internet no está a unos clicks y que la privacidad es un mito que el internet, en su vastedad, ya no puede sostener. El que crea que está a salvo, que lo olvide. El que crea que esto es gracioso, que lo piense dos veces.

¿Cómo ven ustedes las cosas después de este escándalo? ¿Cambiarán sus hábitos de consumo de internet? ¿Lo habían pensado?