¿Su mamá los regaña por toda su casa por dejar los zapatos en las escaleras, o por dejar la chamarra en la mesa de la cocina? Que sus señoras progenitoras lean sobre este estudio a ver qué opinan. Un grupo de investigadores de distintas instituciones como la Universidad de Pittsburgh, la Universidad de California, Berkeley y Harvard, reunieron a un grupo de jóvenes: hombres y mujeres de 14 a 22 años, para una sesión en el que les mostrarían a cada uno dos clips de audio de 30 segundos de sus mamás criticándolos. Algo como esto:

“Una cosa que me molesta de ti es que te enojas por cosas pequeñas. Te podría decir que quites tus zapatos de las escaleras. Entonces te enojas por tener que recogerlos y subes a dejarlos en tu cuarto”.

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Los investigadores se concentraron en tres redes cerebrales de estos estudiantes y sus cerebros: áreas que tienen que ver con procesar la emoción negativa; otras que se relacionen con controlar la emoción; y entender la perspectiva de otras personas. En ellas buscaron ver qué tanta actividad tenían conforme estos adolescentes escuchaban a sus mamás quejándose, en comparación a cuando ellas mismas hablaban de ciertas cosas como ir a hacer el mandado.

¿Qué pasó?

Cuando escuchaban a sus “jefas” criticándolos, los cerebros mostraron mayor actividad en las áreas que tienen que ver con emociones negativas, pero también hubo una reducción de actividad en las áreas de control emocional y en considerar el punto de vista de alguien más. Todo esto hizo que los investigadores dijeran que los jóvenes, como respuesta a las críticas de sus madres:

“La juventud acaba con el proceso social, y posiblemente, no piensa en el estado mental de sus padres”. También determinaron que “el decremento en cuanto a actividad cerebral en áreas relacionadas con tomar en cuenta la perspectiva de los demás puede ayudar a explicar la alta frecuencia de mala adaptación en cuanto a resolución de conflictos entre adolescentes y padres”.

¿Se la creen?

Vía Wired