Eminem es una figura indispensable para entender la cultura de la década pasada. Sin importar las razones, su aparición en el mundo del hip-hop abrió un nuevo abanico de posibilidades dentro del género. Es muy difícil encontrar talentos sui generis y Eminem sin duda es uno de ellos. Pero los tiempos cambian y muy pocos logran sobrevivir sin adaptarse. Planear un regreso con la secuela de su álbum más elogiado fue una jugada arriesgada para su legado. The Marshall Mathers LP 2 es el mejor álbum que Eminem ha publicado en muchos años, pero aún así no cumple los estándares que él mismo impuso en sus mejores días.

Después de saber que este disco sería una secuela se anunció que el legendario productor Rick Rubin trabajó en el disco. Su aportación es del corte más clásico de su carrera, una fusión de rock con hip-hop, que él mismo inventó. Y aunque jamás pondría en duda su visión como productor, para este disco no aportó mucho. Mientras que este mismo año ayudó a Kanye a destrozar oídos o a Jake Bugg a acercarse al rock clásico, con Eminem solo usó un viejo truco. Rap y hip-hop fusionados como con Aerosmith y Run D.M.C., sin innovación, ni alma.

Lo mejor del disco son “Berzerk” y “Rap God”, las canciones donde el flujo veloz y furioso de “Em” realmente luce. Lo curioso de “Rap God” es que este mismo año Kanye West ya se había declarado un dios y Eminem no presenta argumentos muy convincentes para superarlo. Al final de la canción se escucha: “Be a king, think not – why be a king when you can be a God”. Un respuesta clara a la autoproclamación de Kendrick Lamar como “el nuevo rey” en “Control” de Big Sean. ¿Por qué hacer menos al nuevo protegido de Dre que además también participa en el disco? Eminem debería estar más concentrado en hacer que su talento hable por sí solo.

“Love Game”, la colaboración con Kendrick Lamar, es uno de los cortes más lamentables del álbum. El joven Lamar es la promesa en ascenso más importante del género, antes de esta colaboración había iniciado una fuerte campaña por conquistar un lugar dentro de las grandes ligas del hip-hop y alejarse lo más posible de sus contemporáneos. En lugar de dejar que Kendrick diera una muestra más de su talento junto a él, aunque corriera el riesgo de opacarlo, lo utilizó como adorno. En su época dorada Eminem se caracterizaba por su irreverencia mordaz y al intentar revivirla en esta canción logró una pieza simplemente vulgar. El problema con esta oda a la felación no es -solamente- que sea políticamente incorrecta, sino que ni siquiera es divertida.

El hip-hop, quizá sea el único género donde lo que se dice es lo más importante y Eminem no tiene mucho que decir. Al ser una secuela, era de esperarse que en The Marshall Mathers LP 2 abordara temáticas similares a su predecesor, pero lo hizo como si el tiempo no hubiera transcurrido. El talento de Eminem es innegable, solo necesita dirección. Mientras The Marshall Mathers LP es un clásico en su carrera y el género, pero la secuela se quedó corta.