silent

El viernes pasado se anunció el concierto de Alexi Murdoch que será el próximo 23 de enero en el Lunario del Auditorio Nacional. En el póster oficial del evento, además de toda la información y logos correspondientes, aparecía el hashtag #SilentConcert.

Como parte de Ordinary People -promotora del concierto conformada por Pedro y el Lobo y el Lunario– yo fui una de las personas a las que un día, a la mitad de una junta, se nos ocurrió intentar lograr que aquellos que compren un boleto para Alexi Murdoch lo hagan conscientes de que asistir implica un compromiso con el artista y con el resto del público. Mis amigos de LifeBoxset me pidieron que explique el por qué de esta idea y abra el debate sobre el silencio en los conciertos. Así que va desde el principio:

El silencio es para la música, lo que un lienzo limpio es para la pintura. Es por eso que los discos se graban en estudios a los que no entra ni un ruido del exterior, pero en una presentación en vivo todo cambia. El público tiene una incidencia directa en cómo va a sonar la música. Su labor es responder a lo que el artista está entregando y de manera colectiva crear una atmósfera que será el color y la textura de fondo. Eso es lo más bonito de un concierto, y esa es la razón –llámenla social o espiritual- por la que de pronto el momento de sesenta mil personas cantando “Karma Police” o mil calladas escuchando a Alexi Murdoch se vuelve y se siente trascendente. Porque hay una sensación de unidad, en la que todos los presentes dan y reciben.

Si decides platicar, checar tu whatsapp o enfocar tu energía a algo distinto, le estás dando la espalda a ese intercambio. Algunos de manera literal, cuando ni voltean hacia el escenario. Hablar durante una canción es lo mismo que no haberla escuchado y el ruido el equivalente a dibujar un pito en el cuadro de todos.

En un concierto, inevitablemente eres parte de un grupo. Tu comportamiento afecta directamente a los que están alrededor. Por lo mismo, no es una cuestión de que cada quien “viva” o “disfrute” el momento como quiera, porque el silencio de una persona deja de significar por completo cuando la de al lado lo cubre con ruido. Una manera de “disfrutarlo” impide la otra.

Para el artista, el público visto desde el escenario es uno, inseparable. Ellos no pueden diferenciar la mitad que pone atención de la que platica porque así no funciona la música en vivo. Y entonces se rompe la conexión con todo el cuarto. Jeff Tweedy, líder de Wilco, lo explica perfectamente a la mitad de un show. El video entero es una belleza, pero si tienen mucha prisa adelántenle al minuto y medio.

Es común que la gente se ofenda cuando le pides que guarde silencio. No se ofenderían en una biblioteca o en un hospital, pero existe una noción de que el haber pagado por entrar da una especie de derecho de consumidor. Y para mi, ahí está la palabra clave del malentendido: pensar que se trata sólo de consumir, de recibir mero entretenimiento y ya. Asumir que el precio del boleto viene con una licencia para hacer lo que quieras es tan ridículo como creer que el arte sirve de algo si no das algo de regreso. Un grito al final de la canción no cuenta. El dinero de la entrada tampoco.

La música es una forma de comunicación abstracta, en la que tú tienes que ir a buscar, convivir con los sonidos, y permitir que adquieran significado dentro de ti. Si no, las ondas rebotan en la pared y mueren. Repito, hablar durante una canción es lo mismo que no escucharla.

Al final del día, #SilentConcerts no es más que una propuesta. No habrá guardias de seguridad que te saquen por hablar, ni nada por el estilo. Es una invitación a que todo aquel que concuerde con la idea promueva la cultura del silencio, y por adelantado utilice las redes sociales para “marcar” los conciertos que crea que deben ser escuchados sin ruido. Entiendo que tal vez no son todos, pero, en una de esas, en conjunto, puede ser el mismo público comprometido quien impida que la música de Devendra Banhart, Andrew Bird o Balmorhea sirva como fondo para un precopeo. A mi, como simple fan, me encantaría escuchar esto en un cuarto lleno de gente, al lado de mil personas con los oídos fijos en las notas.

Claro que lo anterior es sólo mi opinión, ¿Ustedes qué piensan? ¿De qué lado están? ¿Les ha tocado algún concierto en el que la gente no dejara escuchar? ¿Creen que se puede hablar en los conciertos sin problema?

Me gustaría saber sus opiniones y darle forma a la discusión juntos.

*Partes del texto provienen de un artículo escrito por el mismo autor publicado en unedited.mx.