Texto: Baxter (@elbaxter)

Click. Gmail. 3,091 mensajes nuevos. 3,083 de ellos son spam con una caducidad de meses, tal vez años. Uno de ellos viene de uno de mis dealers musicales (cuyo nombre no revelaré por razones de paranoia ante una acusación de espionaje, violación de ACTA o terrorismo digital) con el asunto: “I’ve Shared with you: El nuevo disco de Café Tacvba”). Bajo los tracks, uno por uno. La red se ataranta. Por fin están los diez archivos en mi escritorio.

Click. iTunes. No aparece la carátula. El disco está mal etiquetado, el título del álbum estaba mal. Se llama El objeto antes llamado disco. Un guiño a la era del shuffle y del regreso de las modas de los “vinilotes” porque la nostalgia es parte de lo que somos como generación.

Click. Desactivo el botón de shuffle. Si es un disco en forma, se le debe poner play desde el track uno. O tal vez es un disco que debe escucharse en shuffle porque ya no es conocido como disco. De hecho, ni siquiera es un objeto. Es una sucesión de unos y ceros que conseguí de forma ilegal. Y entonces empieza…. y tengo un poco de miedo. ¿Será que los tacubos se sacaron la espina de su pavoroso Sino? ¿Por qué sentí durante el Vive Latino pasado que los cuatro satelucos maravilla ya no se pueden ver ni en pintura? ¿Volverá a “cantar” Joselo?

Vamos a darles el beneficio de la duda. Al final, son “los intocables”. La banda más grande de México. Los más divertidos. ¡Son los que tocan “Las flores” y “Encantamiento Inútil”! Es un lanzamiento importante aunque muchos estemos un poco sentidos con ellos.

El objeto antes llamado disco abre con un tema desconcertante: “Pájaros”. No se escucha como Café Tacvba. Son como tus amigos que se fueron unos años del país y regresaron mejor vestidos y peinados. Lo mismo pasa cuando escuchas los primeros acordes del disco. Ya no viven en Satélite, ahora son de la Condesa/Roma. Ya no tocan el melodión, ya no echan desmadre. No es sino hasta pasada la mitad de la canción que escuchamos la voz de Rubén (que ya también dejó de cambiar de personajes notoriamente) cantando un reflexivo coro: «mis hijos me harán renacer».

¡Qué ingenuos somos los que vamos a sus conciertos a corear “Cómo te extraño mi amor”, para revivir la secundaria! Café Tacvba ya es una banda que piensa en hijos, créditos inmobiliarios y colesterol; no en darle unos besotes a la chica de pelos parados afuera de su secundaria. Es una banda que se ha caracterizado por su constante reinvención, pero parece que algo les sucedió y aún no estoy seguro si los últimos dos pasos en la cadena evolutiva me hablan.

Click. Me voy a saltar el sencillo. No me siento con ganas de amarme mucho y tengo la impresión de que ellos tampoco. Más bien se han convertido en una banda de musicazos. El disco es impecable, se nota una obsesión muy sana por el detalle. Su evolución como intérpretes y compositores es probablemente la más destacada en la historia de nuestro país. Por eso son “los intocables”, porque han sabido reinventarse y apoyarse en aquellas fórmulas que les funcionaron para convertirse en los consentidos de los rockeros nacionales. El ejemplo ideal: la caja de ritmos, presente en todas las canciones, o la estructura y vibra que da “Aprovéchate” cantada (y seguramente ideada) por Emmanuel del Real. El track seis de este oscuro objeto (por lo pronto digital) antes llamado disco es similar a la brillante y quemadísima “Eres” que a su vez es prima y antecesora de “Quiero Ver” del mentado Sino.

No todo es disrupción en la última entrega de los tacubos. “Zopilotes” recuerda los mejores momentos de la banda, cuando se aventaron a hacer ese irrepetible álbum doble Revés/YoSoy. El tema es oscuro y atmosférico, con letras que evocan la descomposición inevitable de la vida y a un renacer en otro planeta o galaxia. «Allá en las estrellas, ¿qué más habrá?» se pregunta Rubén, como si se hubiera tomado unos cuantos tés de pasiflorina con Wayne Coyne. “Olita de altamar” hace un guiño al folk-rock que los hizo brillar y sonar en la radio nacional, pero mantiene el estilo sobrio de la obra. “Yo busco” brilla hacia el final del disco, una canción alegre y llena de sorpresas derivadas de arreglos de estudio.

El objeto antes llamado disco adolece -a primera escucha- de temas que puedan ser coreados con intensidad de estadio. Si se tratara de cualquier otra banda, si pudiéramos descontextualizar a Quique, Joselo, Meme y Rubén de nuestra realidad, sería un disco que no volveríamos a escuchar. Tal vez uno o dos temas en la radio. Una o dos canciones que podamos corear. Pero aún no llega ese que destronará al rey, que cansado y experimentado, puede hacer cosas que nadie más se atrevería a pensar.

Larga vida a Café Tacvba.