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La historia se construye con historias. Historias que no pueden existir si no hay oídos dispuestos a escucharlas y voces determinadas a compartirlas. Historias que se quedan debajo de la piel y en la memoria; en fotografías, panfletos, canciones. ¿Y quién mejor que alguien que las tiene para que nos las cuente? Alguien que desconecta el teléfono y pide que no lo interrumpan porque quiere compartirlas con una generación que simplemente no existía (o todavía no tenía conciencia), allá a mediados de los noventa.

“Yo era músico. Trabajaba en el Conservatorio Nacional de Música. El 1° de enero del 94 aún coordinaba los servicios escolares”, recuerda Benjamín Anaya, mientras Rita Guerrero lo observa desde una fotografía, misma que él tomó hace casi dos décadas. Está tranquilo, a gusto. Habla con firmeza y sin tapujos —con sentido del humor—. Y es que está a punto de contar cómo sus dos pasiones se encontraron.

Neozapatismo y rock

FotoxDaniel Patlán

Restos Humanos Fieles Difuntos era el grupo de Anaya. “Publicamos un disco del que no tengo copias. Fue una de las malas experiencias que tuvimos con Opción Sónica”. Previo a éste, perteneció a TV (Tranquilidad Violenta), un grupo que hacía rock de Industlane: rock industrial pero a lo Tlalnepantla. Era ‘rock en oposición’. El destino de sus grupos no estaba claro, pero su misión sí: trabajar de forma independiente, sin la necesidad de firmar con una corporación discográfica.

Tras la violenta respuesta del gobierno priista a la rebelión zapatista, la sociedad civil salió a las calles a demostrar su inconformidad. Fue ahí cuando los músicos se identificaron con la causa y se organizaron. “En las marchas que se hicieron para parar la guerra nos encontramos gente como Poncho Figueroa y Rita Guerrero (Santa Sabina), José Cruz (Real de Catorce), Rafael Catana, Memo Briseño, El Mastuerzo (Botellita de Jerez), Roco (La Maldita Vecindad). Y vimos que había contenido de algo mucho más que una teoría política o de un simple manifiesto guerrillero. Le encontramos poesía y lógica a las reivindicaciones que tenían y tienen los zapatistas. Nos dimos cuenta que rockstars y gente desconocida teníamos que trabajar en conjunto. ‘Tenemos que hacer algo juntos’, dijimos”.

Y lo hicieron.

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Los transgresores de la ley

Anaya detalla la censura dual que sufría el resto de los músicos interesados en involucrarse con el movimiento neozapatista: la del gobierno y la de las disqueras. “Justamente lo que molestaba al gobierno de Salinas —y posteriormente al de Zedillo—, era que la población participara abiertamente en el debate de las ideas”. Por su parte, la industria discográfica en México no quería que sus artistas de pronto se volvieran activistas políticos. “Veíamos cómo Caifanes, Maldita, Botellita de Jerez, Riesgo de Contagio, Fobia, Neón, Santa Sabina, Sombrero Verde (Maná), tenían ciertamente mucha calidad; sin embargo sabíamos que tanto BMG, Sony, Universal, Fonovisa, EMI Music y todas estas, evitaban a toda costa tener que usar la parte política, evitaban que hubiera una vinculación con ello”.

¿Qué estaban haciendo las disqueras para evitar tocar temas sociopolíticos?

“Los label managers querían cancioncitas de amor para pasártela en la playa con tu coco y tu chica bien buena, evadiendo lo que realmente oprimía a una inmensa cantidad de personas. Pero no puedes estar creando Manás o Fobias toda la vida”. Anaya recuerda el caso particular de Santa Sabina y Real de Catorce, bandas que comenzaban a escribir letras con contenido desafiante. “Con ellos sí había una crítica social, pero era tan poética y tan alta, que podía esconderla muy bien”. Finalmente, llegó el disco que Anaya toma como referente, estandarte e iniciador del rock que habla de la situación en Chiapas, del EZLN, de la figura del Subcomandante Marcos como líder y caudillo a seguir. “El primer disco que sale directamente vinculado con los zapatistas es Transgresores de la Ley, de Tijuana No, en BMG Culebra”. Un grupo de la esquina olvidada de México, había logrado lanzar un material crítico a través de una transnacional.

Escuchen el disco completo Transgresores de la ley de Tijuana No.

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¿Se podía hablar de una victoria contundente por parte de las bandas de rock? ¿Se le había ganado a las disqueras sin ninguna repercusión? La realidad es que para mediados de la década de los noventa, la semilla había sido plantada: grupos nacionales y extranjeros comenzaron a solidarizarse con el problema en Chiapas, organizaron conciertos masivos para recabar ayuda y generar conciencia entre la juventud mexicana, e incluso MTV Latinoamérica le dedicó un programa especial a la música y su involucramiento con este episodio de la historia.

En las siguientes entregas de Música con Pasamontañas, músicos, periodistas y principales involucrados compartirán sus relatos para continuar con este especial.

FotoxDaniel Patlán

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