En “Un día”, tema que abre su disco pasado, Juana Molina canta: “Un día voy a ser otra distinta, voy a hacer cosas que no hice jamás. No va a importarme lo que otros me digan, ni va a importarme si resultará”. Esa introducción bien se la pudo haber cantado a sí misma desde el día que tomó una guitarra y se puso a componer canciones. Molina no se reinventa ni se copia a sí misma; simplemente busca hacer las cosas que le gustan, como mejor le acomodan. Es diferente. “Ya tenía discos que habían funcionado; ahora quería hacer uno que no funcionara”, le confesó la argentina hace poco al diario Clarín. En esa declaración hay un tanto de irreverencia y otro tanto de honestidad.

Wed 21 es el sexto hijo de la también actriz y excomediante. Es su hijo porque ella asegura que sus discos son sus críos: ella los pare y ellos se van a presentar ante sociedad, a viajar. Y han marchado a latitudes como Japón, donde alguien se interesó por su música y terminó pidiéndole 10 mil copias de Rara (1998), o a Inglaterra, donde un ejecutivo de Domino Records quedó tan impresionado por lo que escuchó, que le ofreció un contrato con su disquera. La maternidad musical le viene bien a Juana, pues este disco parece ser el más fuerte, el más logrado y el más emocionante de su carrera.

En Wed 21, la cantautora hizo trizas la fórmula que tenía para componer, le dio la espalda a su método previamente probado. El resultado es un ser sonoro que tiene la cara de su madre, aunque con razgos que ya se detectaban en sus consanguíneos, mas no estaban tan marcados como en este. Tiene una belleza extraña y experimental, porque lo convencional no le queda a Juana Molina.

A lo largo de 11 piezas Molina deja claro que su trabajo no se presta a la predicción; ella tiene bien claro hacia dónde construye y para dónde va, y durante el trayecto prueba rutas aquí y allá, descubriendo con sus loops nuevas maneras de llegar al desenlace final, uno lleno de cimientos sinuosos y veredas inesperadas para quien escucha. Wed 21 no se aleja de los trabajos anteriores, pues la atracción imperiosa de Molina por la nota pedal (aquella que se mantiene sonando constantemente mientras otras suceden al mismo tiempo) como esqueleto de sus canciones sigue vigente.

El día del que tanto hablaba Juana Molina en aquella canción de 2008 es hoy. Wed 21 es un claro ejemplo de que la argentina lo está viviendo más que nunca, y mientras lo vive, hace discos como este: arriesgados, complejos pero digeribles, listos para romper esquemas de la cotidianidad.