Cualquier lanzamiento del sello chileno Quemasucabeza es garantía, para que se den una idea por si no los conocen, son los responsables de nuestra adicción por Gepe, ahí nomás. Ahora, nos presentan su nuevo lanzamiento recién salido del horno y directo desde Argentina, la segunda obra de Diosque, Constante.

Ya habíamos escuchado a Diosque y nos había gustado su pop dulce y melódico que mostró en su primer álbum Tras el Fuego. El cual se escucha intencionalmente de baja fidelidad, con una producción sencilla y simple. Ahora para Constante la cosa cambió. Escuchando las 10 canciones que lo conforman, vemos que el lo-fi dio lugar a una producción mucho más madura, la cual es justo la que las nuevas composiciones necesitan.

Mientras que Tras el Fuego era íntimo, Constante suena sin miedo a salir a la calle y ser bailado por el mundo. Aquí ya no hay melodías de alcoba, sino himnos con coreografía y coros masivos. Los arreglos están mucho más elaborados, la voz de Juan Román (cerebro detrás del proyecto) está en primer plano, distinto a su debut. La transición entre Tras el Fuego y Constante es enorme y eso nos da todo el gusto del mundo.

El álbum abre con “Fuego”, una excelente manera de dar continuidad al proceso que inició el primer disco. Sigue una de las mejores canciones del álbum, “Una naranja”, la cual se puede convertir en una de las canciones más escuchadas en lo que resta de este 2014, sin duda alguna. Sigue “La cura”, donde hace mención a una cura vaginal… no sabemos muy bien a qué se refiere, sin embargo, la música que acompaña esta letra es fresca y nos transportó a una destino paradisiaco. En “Soy las seis”, Diosque ya nos hizo pararnos de la silla y ponernos a bailar, tranquilamente, pero ya nuestros pies besan a la pista de baile. El final tiene completamente nuestro corazón y pelvis, esas líneas de sintetizador combinadas con los ritmos latinos están hechas para volvernos locos.

Después viene la balada romántica ochentera, cual Flans o Daniela Romo, el argentino nos receta en “La verdad rota” una gran canción a base de sintetizadores. Después del bajón, “Arriba” hace justo eso, nos saca del pozo al que nos mandó la canción anterior y nos recuerda que esta vida se trata de bailar y pasarla bien. “Bronceado” empieza como si Los Joao hubiera tomado posesión del cuerpo de Diosque, más sintetizadores y más baile, todo con una enorme sonrisa en el rostro. “Quise minutos (de la eternidad)” es una gran puente para llegar a “El típico secreto”, donde Diosque se convierte en un chamán místico que nos habla al oído acompañado por su guitarra acústica. El final llega con “Río”, una canción igual de calmada que nos transmite tranquilidad y paz. Ideal para cerrar los ojos y disfrutar de los últimos minutos de Constante.

En este segundo álbum, Diosque nos llevó por polos opuestos sin que nos diéramos cuenta. De la felicidad extrema de la pista de baile, a la introspección de una siesta en hamaca, todo esto en 10 bellas canciones.