Los álbumes clásicos de Pink Floyd están impregnados de tragedia, como si cada obra surgiera de un núcleo de dolor. Se dice que cada lanzamiento, ya sea tras la pérdida de un amigo como Syd Barrett o las tensiones de la fama mundial, lleva consigo una sombra oscura desde la década de 1970. Aunque David Gilmour lideró en gran medida, la banda enfrentó un periodo turbio después de ‘The Wall’.

Tras este monumental proyecto, la cohesión de la banda se desvaneció, y con Roger Waters tomando el timón creativo, Gilmour exploró su propia visión a través de un álbum en solitario y colaboraciones con artistas como Kate Bush. Como dijo una vez Waters: “Es necesario asumir el control para dar forma a la visión”.

El Cambio de Rumbo: Roger Waters Toma las Riendas

A pesar de los desafíos durante la grabación, se lograron momentos de genialidad. Como expresó Gilmour, “Cada nota de ‘Comfortably Numb’ lleva consigo una parte de nuestra alma”. Además, canciones como “Young Lust” se convirtieron en éxitos inolvidables.

Con Waters al mando, sin embargo, Pink Floyd se convirtió en su propia visión, reflejada en álbumes como ‘The Final Cut’, considerado por muchos como una continuación de ‘The Wall’. Algunas piezas parecen meros fragmentos de ópera rock, como “When the Tigers Broke Free”, presente solo en la versión cinematográfica.

El Legado de ‘The Final Cut

Aunque Gilmour valoró algunas canciones del disco, admitió que fue una época de baja creatividad para él en la banda. Como confesó en una entrevista (vía Far Out):

“Data de uno de los peores periodos de mi vida. Fue una pesadilla trabajar con Roger en aquella época, y soy muy reacio a escuchar The Final Cut o cualquier cosa que tenga que ver con él. Pero ‘The Fletcher Memorial Home‘ es una gran canción”.

Aunque no todos los álbumes posteriores fueron malos, faltaba la chispa de la colaboración entre Gilmour y Waters. ‘The Final Cut’ marcó el inicio del fin para el Pink Floyd tal como se conocía, un punto de inflexión en su historia que nunca olvidaremos.