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“Es con algo de tristeza y mucho alivio que les digo que renuncio a Oasis esta noche. La gente escribirá y dirá lo que quiera, pero simplemente no puedo trabajar con Liam un día más”. Ese fue el epitafio de Oasis, escrito por Noel Gallagher en agosto del 2009, tras una pelea con su hermano menor, minutos antes de ofrecer uno de los últimos conciertos de la gira en turno, la última de los mancunianos más populares de las últimas dos décadas. Trece años antes, también había fricciones entre los Gallagher, aunque sólo provocaban heridas menores.

Tras el lanzamiento de (What’s The Story?) Morning Glory (1995), Oasis se enfrentó a lo que nunca antes una banda de su generación se había enfrentado: el éxito más allá del territorio británico. De pronto, la cara del grupo apareció en revistas asiáticas, paredes europeas, y su nombre en marquesinas de auditorios norteamericanos, en donde tocaron para fans de “Wonderwall” y críticos de música . De regreso a su natal Inglaterra, los Gallagher y compañía tenían un compromiso subrayado en el calendario del tour: Estadio Maine Road, Manchester.

El 28 de abril de 1996,  Oasis jugó como local. Maine Road, casa del Manchester City, el equipo de la clase trabajadora, el de los Gallagher, aplaudió a Ocean Colour Scene y Manic Street Preachers —teloneros del evento—, y se rindió ante los niños consentidos de casa. Durante hora y media, todos fueron del mismo equipo.

La obra musical de los de Manchester cobró vida y nunca sonó tan bien. Los en ese entonces ya clásicos (“Supersonic”, “Cigarettes & Alcohol”, “Live Forever”) probaron ser material para el resto de los partidos en la vida; las novedades (“Morning Glory”, “Cast No Shadow”, “Wonderwall”), también; los lados B (“Round Are Way”, “Acquiesce”, “The Masterplan”) demostraron que la única diferencia que tenían con los sencillos era una letra; los covers (“I Am The Walrus” y “Cum On Feel The Noize”), fueron el tributo de una generación a otra.

“La verdadera perfección tiene que ser imperfecta”, afirmaba Noel en “Little by Little” algunos años después. Una falla técnica y una atropellada versión de “Whatever”, con todo y discusión de los Gallagher en el escenario, lo constataron mas no terminaron el partido abruptamente.

Ya se nos advertía en “Don’t Look Back in Anger”: “Por favor, no pongas tu vida en las manos de una banda de rock and roll: lo tirará todo”. Hoy, a 17 años de aquel concierto en Maine Road, ya no existen ni el estadio ni la banda. Sólo nos queda el recuerdo de aquella noche, donde tanto los 40 mil asistentes como el resto de los fans que lo ha visto a través de una pantalla o un monitor, soñamos con ser estrellas de rock and roll, viviendo por siempre en una supernova de champaña.