¿Descendemos de los monos? Esperemos, querido mío, que no sea verdad pero, si lo es, recemos para que no llegue a saberlo todo el mundo.*
Tal vez el más importante descubrimiento entre todos los que ocurrieron en el siglo XIX, fue la teoría de la evolución de Charles Darwin (1809-1882). El naturalista inglés alteró radicalmente nuestra concepción del tiempo y del orden de las cosas.
Las aseveraciones de Darwin -que partían de un pasado de millones de años en contraposición con los seis mil años del recuento del Génesis- acerca del principio de selección natural, fueron percibidas como racional y moralmente absurdas y absolutamente perversas: enterarse de que incluso el hombre había evolucionado de formas de vida anteriores e inferiores, de formas de vida inhumanas, debe haber sido, además de un escándalo para la decencia, tremendamente desolador.
Con el tiempo, la mayoría de los teólogos trataron de reconciliar la Evolución con el enfoque cristiano de la creación, sosteniendo que Dios estaba detrás del proceso evolutivo. Sin embargo, la idea de que el hombre es un mero accidente de la naturaleza fue una impresión cuyas secuelas siguieron expandiéndose. Darwin contribuyó al sentimiento de ansiedad característico del siglo XX.
Comúnmente, nos cuesta comprender que sucedan cosas sin que sirvan para algo. La falta de previsión sobre los acontecimientos nos produce ansiedad y confusión. Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo ideando mecanismos de control (social, espacial, económico, del tiempo, del clima, de la naturaleza…).
La gran ironía es que las teorías acerca del comportamiento del universo siguen confirmando que si existe un orden y un razonamiento universal, estamos muy lejos de encontrarlo y de entenderlo. Como muestra, la física cuántica que introdujo un grado de desorden que no había existido antiguamente. La ciencia no se comporta como creíamos, no es tan predecible, no tiene respuestas absolutas.
No todo tiene respuestas. A la par de la inclinación innata por controlar y dotar al mundo de sentido práctico, coexiste la compulsión por crear cosas inútiles como -podríamos decir- el arte. Tan poco funcional es el arte como el pedazo de cola que seguimos cargando oculto en el cóccix, el pelo de mono que conservamos o la gran cantidad de información basura que contiene nuestro ADN.
Esta muestra, es la suma de interpretaciones de la Evolución o de las muchas evoluciones personales. Pretende exhibir los mecanismos que utilizamos al sobrevivir en esta estancia incierta, lo que hacemos todos los días. Lo que creemos controlar. Quizá lo único que nos diferencia de las otras especies y nos devuelve al orden, es la posibilidad de elección, la posibilidad de escoger hacer cosas inútiles, de lograr algo que es total y absolutamente inútil y hacerlo, si se quiere, también por necesidad.
– Viviana Kuri
Inauguración: Big Bang y otras historias de la evolución
Fecha: Junio 26, 2010
Lugar: Centro Cultural Border
Dirección: Zacatecas 43, Roma
Entrada libre.