La pandemia del Coronavirus vino a darle un giro de 180º a todo lo que conocíamos, siendo el sector turístico uno de los más afectados. Destinos vacacionales del mundo han registrado pérdidas millonarias gracias a las medidas de auto-aislamiento y que sugieren no realizar viajes innecesarios.

Y dentro del sector, una de las compañías más afectadas ha sido Airbnb, el gigante de las casas turísticas (que no posee ninguna propiedad)  quien anunció su salida a bolsa con millones de dólares en pérdidas –aunque menos de las esperadas–. Y 2020 también es el año en el que el foco de negocio de Airbnb, con fiestas o sin ellas, se desmoronó en apenas unas cuantas semanas.

Pese al mal panorama, la compañía se ha mostrado cooperativa y desde agosto pasado incluyó una nueva cláusula en sus contratos que prohíben la organización de fiestas o eventos en los alojamientos reservados a través de su plataforma. Así mismo, se añadió una limitante en huéspedes, con un máximo de 16 personas por reserva.

El resultado se ha saldado con más de 5,000 reservas bloqueadas en apenas un mes y 800 anuncios de viviendas vacacionales eliminados por mala conducta. La iniciativa puso en jaque cierto tipo de reservas que, de acuerdo a Airbnb, se consideraban riesgosas: menores de 25 años residentes cerca del lugar de reserva, mayoritariamente casas completas.

¿Y quién es el encargado de vigilar el cumplimiento de dicha medida? Los vecinos, por supuesto, quienes tienen un papel esencial en el control de las reservas a través de un sistema de quejas y peticiones ya disponible en la plataforma.