La tarde del primero de enero de 1994, Rolando Ortega Cuenca —mejor conocido como Roco, el vocalista de Maldita Vecindad y los hijos del Quinto Patio— estaba con unos amigos en el desierto potosino. Llevaba cuatro días en Real de Catorce, cuando llegó alguien corriendo a avisarles del levantamiento en Chiapas. El mensaje llegó por teléfono, sin embargo, no fue sino hasta que lograron conseguir La Jornada del día, varias horas después, que pudieron confirmar la información. Habían pasado casi diez años desde la formación de su banda, cinco desde su primer álbum y poco más de tres desde que El Circo se convirtiera en el disco más importante de la camada mexicana del llamado Rock en tu Idioma. El grupo —que en sus letras predicaba sobre la lucha de clases y el álgido día a día de las comunidades marginales en las grandes urbes—  ya había aparecido con Paco Stanley, abarrotaba los foros en donde se presentaba y ondeaba la bandera del rock mexicano: ése que a partir de la forma y el fondo, representaba a la reprimida identidad rebelde de la juventud en nuestro país.

Resultaba lógico que una banda como Maldita Vecindad adoptara el discurso zapatista, y viceversa. Unos meses después de la insurrección, el mismo subcomandante Marcos invitó a Roco a la Convención Nacional Democrática, que entre sus románticos objetivos planeaba la instauración de un nuevo gobierno de transición y hasta una nueva constitución para los pueblos indígenas. Roco no pudo asistir, estaba en Nueva York grabando el nuevo disco de su banda, sin embargo, al conocer las formas zapatistas una transformación se llevó a cabo en él y en su perspectiva de lo político. “En sus comunicados había poesía, cuentos y mitología. Eso cambió totalmente el lenguaje de lo político. Hasta antes del zapatismo estábamos a acostumbrados a que los políticos nos hablaran de ‘ideologías’ y de repente aparecieron unos revolucionarios que hablan de paz y justicia”. Esta influencia, las palabras seductoras con las que Marcos esparcía el mensaje de los encapuchados, no fue únicamente influyente en la música de las súper estrellas del Rock en tu Idioma. “No sólo la música tuvo una gran explosión creativa con el zapatismo, realmente cada uno de los aspectos de la cultura y la sociedad, a todos niveles, se transformaron a partir de (esto)”.

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De “Pachuco” a “Marcos Hall”

Luis Román Ibarra, conocido en los escenarios como el Dr. Shenka de Panteón Rococó, estudiaba en la UNAM cuando se enteró de lo ocurrido en Chiapas el primer día de 1994. El nacimiento de su banda estuvo influenciado por esa explosión creativa que menciona el vocalista de Maldita Vecindad. “La situación fue evidente, todos supimos que estábamos en guerra por un motivo muy importante. (…) En ese tiempo estábamos permeados de toda la información del movimiento zapatista que, personalmente creo,  vino a darle una dirección muy importante a lo que hacemos ahora como banda y yo como artista; vino también a darle una visión y filosofía de vida distinta a la banda”.

Panteón Rococó se relaciona directamente hoy con el movimiento zapatista. Su nacimiento se vincula a los conciertos masivos organizados para enviar ayuda a las zonas chiapanecas en conflicto. Miles de personas juntas, en plazas públicas, para escuchar música y donar comida y ayuda moral a los pueblos zapatistas. “Nosotros veníamos, como juventud en ese entonces, de la prohibición de conciertos al aire libre por parte de Espinoza Villareal, que formaba parte del más acérrimo priísmo que existía: no quería al rock, lo tachaba de ‘peligroso’ y para todos era sabido que si te reunías en una calle con algunos amigos te podía llevar la patrulla”, recuerda Shenka, desde su estudio en la colonia Roma Sur en la ciudad de México.

La banda de Dr. Shenka, a partir de temas contestatarios como “La Carencia” o “Abajo y a la Izquierda”, se convirtió después de dos décadas de vida en los escenarios, en referente inmediato de música y zapatismo alrededor del mundo. Ha encabezado festivales en Europa, convertido al Vive Latino en foro de protesta y baile, y al mismo tiempo lograr aplicar el discurso zapatista a sus vidas cotidianas. “Panteón apostó por la parte filosófica que nos dejó el zapatismo: crear nuestro propio entorno, nuestra propia infraestructura. El Subcomandante lo comenta de manera irónica —característico de él— al mencionar que en las comunidades chiapanecas no tienen ni decapitaciones ni secuestros, a final de cuentas la utopía se logró al plantarse sus propios métodos de gobierno y ser autosuficientes. Esa fue la parte que nosotros, como banda, aplicamos para poder seguir, durante tantos años, generando proyectos productivos con gente de otros lugares del mundo: aprendimos a ser más efectivos”.

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Sin embargo, la crítica ante la oleada de bandas que tomaron el discurso zapatista, también se presentó y hasta la fecha prevalece. “Definitivamente hay un antes y después del zapatismo”, afirma Roco. A finales de los noventa Marcos se convirtió en moneda de cambio entre una juventud romántica en busca de modelos a seguir y pronto la figura del pasamontañas invadió camisetas, afiches, banderas y discursos de grupos como Sekta Core, Ska-P, Manu Chao, Brujería o los icónicos Rage Against the Machine quienes se atrincheraron en mensaje y ganaron adeptos. La constante fue la movida de ska en México. “El discurso de las bandas de ska se hermanó con el de los zapatistas por las carencias que vivían algunos jóvenes de aquella época, como los de la zona oriente de la ciudad que no tenían oportunidades de empleo, y mucho menos un antro o lugar para entretenerse”, afirma Shenka. Y compara el movimiento con un síntoma: “Alguna vez un mánager me comentó que estos ciclos son como tener gripa: agarras un movimiento y lo usas hasta que se te quita la gripa y luego te vuelve a dar y agarras otro y le vuelves a dar y así continua”.

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El legado

Conforme pasaron los años, después del idealizado primero de enero, el conflicto en Chiapas comenzó a matizarse. La llamada guerra de bajo impacto, en donde el Estado bloqueaba de comida a las comunidades para debilitar y extinguir el movimiento, se convirtió en el foco principal de aquellos realmente interesados en sumarse y ayudar a la causa. Atrás quedó el brote revolucionario, la lucha cambió de objetivo: resistencia. “Mediáticamente bajó mucho la atención hacia el zapatismo, pero a nivel popular –como con los grupos de rock y los colectivos–, no disminuyó. Siguió manifestándose.”, afirma Roco y continúa al comparar al EZLN y su lucha, con el movimiento estudiantil en Chile, y con el movimiento #YoSoy132. “Es una manera, humilde, desde mi parte, de seguir proyectando y compartiendo con la gente en general esta iniciativa súper valiosa de la escuelita zapatista por la libertad.” Mantener estos ideales vivos es algo que también inspiró a Roco, a 20 años de los históricos sucesos de la lucha, a realizar un documental sobre la escuelita zapatista junto con el cineasta Leonardo Bondani.

Ahora en el escenario, ya no sólo se habla de Marcos y de Emiliano Zapata. “Ya hay más de 10 diferentes resistencias a nivel nacional como la gente de Atenco, los que protestan contra la presa La Parota, la policía comunitaria de Guerrero, la Palabra del Agua, la radio comunitaria indígena”. Shenka comparte la filosofía: “Me impresiona el bagaje que florece partiendo del rock como música; en el punto donde muchísimos creativos se desarrollan con base en el rock y lo que gira en esta parte del ‘hazlo por ti mismo’ para establecer redes de intercambio cultural: éste es el legado del zapatismo”.

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En abril de 2012, una columna en Proceso arremetía contra la nueva oleada de bandas mexicanas. La denominada “generación Zoe” es aquella que en palabras de su autor, Juan Pablo Proal, “gasta sus quincenas de contestador de teléfonos en boletos del Vive Latino”. La que prefiere cantarle a las estrellas que a los problemas de la sociedad mexicana. Shenka y Roco discrepan. El discurso zapatista mutó, y en cada quien resuena de manera distinta.

“Sigue vivo y lo aplicamos todos los días. No nos gusta mucho hablar del tema por no sentir que nos colgamos las medallas, pues simplemente es establecer redes, por ejemplo con comunidades para apoyar proyectos productivos, u organizaciones de otras partes del mundo que puedan traer tecnologías que ayuden a comunidades indígenas. También hemos trabajado proyectos con niños de la calle, enfermos de SIDA, braseros en Los Ángeles, etc. A veces es con un concierto, otras con asesorías para establecer vínculos entre organizaciones que pueden ayudarse, pero siempre nos llegan montones de propuestas que requieren de nosotros para darles voz y proyección, para que se conozca su trabajo. No podemos hacerlo todo, y aunque no nos gusta cacarearlo mucho, es parte de lo que el zapatismo nos enseñó: ayudar a la gente a ayudarse, que no dependan tanto del sistema. Esa parte fundamental del zapatismo cumplió su objetivo en mí y mis compañeros: aprendimos a trabajar como no se hace en México, en equipo”.

Roco, recién reunido con la Maldita Vecindad para el primer Vive Latino de 4 días, presentado por cerveceras y marcas trasnacionales, tiene un punto de vista similar. “En muchas partes del mundo, el resonar de una reivindicación directa de la cultura, de tu lengua,  de tu tradición y de nuestra relación directa con la naturaleza, también ha generado una cantidad de grupos que directa o indirectamente han sido influenciados por el zapatismo, y que están expresando su propia reivindicación porque eso es a lo que invitaba el movimiento. El zapatismo no invitaba a que todos fuéramos como ellos, sino como bien lo decían: ‘cada quién en su trinchera’; tú como estudiante, como comunicador, como músico, como maestro… Cada quien en su trinchera puede, desde abajo y a la izquierda, donde late el corazón, transformar su mundo. (…) Eso es lo que siento se ha logrado en este gran movimiento cultural, musical y espiritual en Latinoamérica.”

Agradecemos el tiempo que nos brindaron Roco y Shenka para la realización de este especial, al igual que todos los demás entrevistados y a ustedes, por leerlo, compartirlo y comentarlo.

Como parte de este especial, Roco nos compartió en exclusiva el estreno de su nuevo documental, No morirá la flor de la palabra, el cual revisa los 20 años que lleva activo el EZLN. Para esto, Roco se fue a Chiapas y estuvo por allá un tiempo filmando y documentado junto al director Leonardo Bondani. Vean el documental a continuación:

FotoxDaniel Patlán